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Actualizado: 21 de julio de 2025
Vamos a subir, con los noruegos de barba colorada, con los negros senegaleses de cabello lanudo, con los anamitas de moño y turbante, con los árabes de babuchas y albornoz, con el inglés callado, con el yanqui celoso, con el italiano fino, con el francés elegante, con el español alegre, vamos a subir por encima de las catedrales más altas, a la cúpula de la torre de hierro.
Ocupaba un rincón de la planta baja, pero su techo era el del principal: tan elevado por consiguiente como el de una iglesia. Tenía grandes ventanas con cristales de colores como las catedrales góticas: estaba alfombrado como un salón de baile; había una pequeña tribuna con su órgano: el altar era primoroso, de gusto francés, y en medio se veía un magnífico Ecce-Homo de Morales.
Viendo más tarde las catedrales llamadas góticas de nuestra Castilla, y las de Flandes, y observando con qué imponente majestad se destaca su compleja y sutil fábrica entre las construcciones del gusto moderno, levantadas por la utilidad, tales como bancos, hospitales y cuarteles, no he podido menos de traer a la memoria las distintas clases de naves que he visto en mi larga vida, y he comparado las antiguas con las catedrales góticas.
Se limitaba el número de los canónigos, como si la Iglesia Primada fuese una colegiata cualquiera. Se les pagaba por el Gobierno, lo mismo que a los empleadillos, y para el sostenimiento y culto de la más famosa de las catedrales españolas, que cuando cobraba el diezmo no sabía dónde encerrar tantas riquezas, se destinaban mil doscientas pesetas mensuales.
Las causas que promovieron y facilitaron esta enseñanza fueron de diversa índole: en primer lugar, con relación a época más remota, la venida y permanencia larga de aquellas cuadrillas de artistas, artífices y obreros que construyeron las catedrales, debió de influir mucho en nuestra cultura: y luego las relaciones frecuentes y comunicación diplomática de nuestros reyes con los soberanos extranjeros contribuirían también, por el cambio de regalos, a que la gente rica se fuese aficionando a la pintura que ya en Flandes y en Italia era principal ornato de templos y palacios.
Y es tal el entusiasmo que despierta, que no sólo se juega en los salones, clubs y casinos, sino también en los trenes, los tranvías, los antepalcos de los teatros durante las representaciones, las antesalas de los dentistas... ¿Y en los despachos de los ministros? ¿Y en las sacristías de las catedrales?... pregunté, por preguntar cualquier cosa.
Todas sus peroratas sobre este tema de la vanidad concluían diciendo: «Ya, ya vendrán tiempos de justicia, sí, ya vendrán.... Entonces no veremos los coros de las catedrales llenos de masones con sotana, mientras los buenos eclesiásticos perecen». No pasaba ya Garrote la mayor parte del día en la cama.
No teníamos el luteranismo que dejaba desiertos en Francia los templos católicos y los talleres de los artífices criados á su sombra; tampoco abundancia escesiva de catedrales y otros edificios religiosos; al contrario, los cabildos, los prelados, los príncipes, rivalizaban en la ereccion de templos suntuosos.
Es de una arquitectura gótica muy elegante y graciosa, como lo exigía la época de su construcción, y se la considera con justicia como una de las mas bellas y espaciosas catedrales de España. Comenzada al principio del siglo XIV, fué terminada á fines del XVI, por lo que no es extraño que algunos de sus detalles interiores pertenezcan al Renacimiento.
Establecieron los Jesuitas la mision de San-Pedro en el sitio donde hoy se descubren sus ruinas: su posicion central la hizo ser bien pronto capital de la provincia; y concentrando en ella los misionero todos sus tesoros y sus grandezas, San-Pedro llegó á rivalizar, por sus monumentos, por el número de sus estatuas de santos, por las alhajas con que resplandecian las imágenes de la Virgen y del niño Jesus, por las chapas de plata que adornaban sus altares, y sobre todo, por las ricas esculturas en madera de su iglesia, no solamente con las catedrales de Europa, sino tambien con los suntuosos templos del Perú.
Palabra del Dia
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