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Actualizado: 4 de junio de 2025


Comprendió que algo grave pasaba. En efecto, el conde de Onís se moría, se iba por la posta, según decían sus deudos. El médico ordenó que le dispusiesen. A las seis de la tarde, cuando ya había oscurecido, las puertas del palacio de Onís se abrieron para recibir al sacerdote portador de la Sagrada Hostia, que venía en el carruaje de la casa.

Acaeció que después de pasar Sweetwater, iba ella caminando una noche al lado del carruaje y mirando el centellear de las estrellas, cuando oyó una vocecita que decía: ¡Madre!

En este siglo no hay milagros, y con quince mil duros de capital no se sostiene un carruaje ni el boato que gastas. Lo todo; y si no, escucha. Y don Juan, con gran abundancia de detalles, como hombre versado en los negocios, fue describiendo a su hermana el estado de su fortuna.

Don Rosendo fué quien le dió los puñetazos consabidos en la espalda para que arrojase la espina. ¡Espectáculo hermoso y ejemplo de hidalguía que no podrá olvidarse jamás! Terminado el almuerzo, don Rosendo y sus compañeros montaron en el carruaje y se restituyeron a Sarrió. Más de media población, prevenida ya por el telegrama, les esperaba en las afueras.

La señora Rafaela, que vino á traerme unas medias que ya más de dos meses le tenía encargadas ¡ay qué pesada es esa mujer! me dijo que había visto á Pedro el del Palacio salir á caballo, como á cosa de las ocho, por la carretera arriba. Á las nueve, poco más ó menos, llegó un carruaje con dos caballos, que paró enfrente de la casa de D. Marcelino.

De Magdalena á Majayjay puede hacerse el camino en tiempo de secas en carruaje, empleando dos horas, siendo expuesta esta forma de locomoción cuando reinan las aguas, en cuya época, lo accidentado del terreno y los aguaceros torrenciales que manda el Banajao, ponen el camino intransitable.

Goicochea te acompañará dijo señalando á su secretario. Toma abajo mi carruaje, y, mientras vuelves, terminaré mi tarea. Hasta luego, Luis. Y cogiendo una pluma, comenzó á escribir, como si una repentina preocupación le hiciese olvidar por completo á su pariente.

Al parecer, D. Marcelino estaba á la puerta de la tienda, y cuando llegó el carruaje él mismo paró los caballos. Dentro venía el señor conde, la señora condesa y en el pescante dos criados de uniforme.

Los empleados del vestíbulo, enterados de lo que había ocurrido en los salones, corrieron á la cancela de cristales, con la esperanza de la regia propina. «¡Un carruaje para la señora duquesaPero ella deseó marchar á través del silencio de la noche.

Cuando llegaron a la casucha del barrio de la Feria iba tras el carruaje un inmenso grupo, a modo de manifestación popular, dando vítores que hacían salir las gentes a las puertas. La noticia del triunfo había llegado allí antes que el diestro, y los vecinos corrían para verle de cerca y estrechar su mano. La señora Angustias y su hija estaban en la puerta de la casa.

Palabra del Dia

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