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Actualizado: 4 de junio de 2025
Despidiose de ellas a la puerta, subió con rapidez a un carruaje, y se hizo conducir, derramando abundante sangre, a casa de su colega y amigo Ahmed.
Rehusando obstinadamente la señora de Aubry á probarlo sola, la señora de Saint-Cast se había dejado persuadir que Dios quería que también ella bebiese un poco de vino de España con un bizcochito. No se brindó por la salud del general. Ayer por la mañana, la señora de Laroque y su hija, estrictamente vestidas de luto, montaron en carruaje: yo tomé un lugar á su lado.
Después iremos a Palermo a tomar el yate que mi primo Martholl Grainville pone a nuestra disposición para dar un paseo por el Adriático. Pero la joven no tuvo tiempo de aprobar este programa. El ruido de un carruaje que penetraba bajo el pórtico del hotel la inquietó. ¿Qué es eso? exclamó levantándose. Casi inmediatamente sonaron las campanillas eléctricas y voces, en el silencio de la casa.
Un momento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante de cintas, y la que lo ocasionaba sonreía de vez en cuando al galante muchacho. Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cochero y aún carruaje: sobre el hombro, la cabeza, látigo, guardabarros, las serpentinas llovían sin cesar.
Y de pronto sonaron unas músicas; se oscureció el camino como por una sombra grata, y refrenaron las mulas el paso, con gran ruido de hebillas y cencerros. De un salto estaba Pedro a la portezuela del carruaje, al lado de Sol, preguntándole a Ana qué se le ofrecía.
Valses y polcas formaban el acompañamiento de aquella voz triste que dentro del carruaje relataba sus desdichas. Luis pensaba que el sitio para el encuentro había sido escogido con premeditación. Todo hablaba allí del amor legítimo sometido a reglamentación oficial.
Fatigado por su trabajo de la mañana, mecido por el rodar del carruaje, se abandonaba a una soñolienta contemplación en que las imágenes percibidas despertaban en su espíritu vagos recuerdos.
En la cuesta de Lausana, más allá de la Cruz, lo pasó un carruaje. Y entonces se detuvo, temblando. En ese camino, en ese sitio, a esa misma hora, la había visto por la primera vez: un año antes, un día que erraba por esos lugares, había pasado ella en carruaje, quién sabe si en ese mismo que acababa de dejarlo atrás. Y su imagen resurgió vivísima, con una luz que lo deslumbró.
Y, durante dos mortales semanas, en las que Gertrudis permanece sentada a la cabecera del lecho, noche y día, vive torturado por las alucinaciones de su delirio, en el que sus dos hermanos, el muerto y el vivo, van a rondar alrededor de él, ora distintos ora confundidos en un sólo ser monstruoso, especie de espectro de dos cabezas. Tan pronto está casi restablecido hace preparar su carruaje.
A pesar de haber prescindido de este tocado solemne, sospechó que podía ofrecer un aspecto algo ridículo al verse en el automóvil, sentado junto al príncipe, con su larga levita y las dos cajas de pistolas sobre las rodillas. El carruaje se detuvo en el bulevar de los Molinos, frente á la casa del médico.
Palabra del Dia
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