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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Bettina, hemos olvidado en el carruaje nuestras carteras, y las necesitaremos. Voy a buscarlas. Y como miss Percival se preparara a ir por ellas, Juan le dijo: Permitidme, señorita, que os las traiga. Siento, señor, molestaros... El sirviente os las entregará. Están en el asiento de adelante.

La tarde en que el carruaje de los Vegallana dejó al Magistral a la entrada del Espolón, paseaban allí muchos clérigos y no pocos legos de edad y respetabilidad, pero pocas señoras.

La tarde era ideal, tan pura y diáfana como las del mes de agosto, y menos calurosa, por cuanto ya habíamos entrado en el mes de septiembre. Seguimos el paseo de las Delicias, a la orilla del río. Había bastante gente a pie y en carruaje. El conde era muy saludado. No tardamos en salir del paseo y entrar en la carretera que conduce a Tablada, donde los toros se hallaban.

¡Tranquilízate, hija mía! dice Martín acariciándole los cabellos. Si no se tratase más que de tu pie no sería un gran mal. Pero tus lágrimas, tu agitación... Creo que la enfermedad te dura todavía y el reposo te hará bien. ¡Si no se necesitara tanto tiempo para ir a buscar el carruaje!

En vez de los ocho ó diez viajeros que van encerrados en los wagones de Francia, Inglaterra, etc., en Suiza se reunen cuarenta, cincuenta ó mas en un solo carruaje, y el viajero curioso de observar el país puede salir a la pequeña plataforma que se halla entre cada dos wagones y desde allí contemplar con arrebato ú embeleso las magnificencias del paisaje.

Parece extranjera. Será mujer de algún diplomático. Al salir del palacio la vio en la acera, disponiéndose a subir en una berlina. Un ujier del Congreso sostenía la portezuela con el respeto que inspira el coche oficial, el galón de oro brillante en el sombrero de los cocheros. Rafael se aproximaba, creyendo todavía a la vista de aquel carruaje en una asombrosa semejanza.

El carruaje, a todo correr de sus dos caballos, rozaba y dejaba atrás una fila de payeses que volvían de la ciudad por el borde del camino.

La baronesa Fulana iba con el suyo en carruaje, mientras el marido guiaba afanoso los caballosNo quedaba dama en la corte a quien no le arrancara una tirita de pellejo. No perdonaba siquiera a su esposa.

Al día siguiente la familia pudo salir a paseo en su carruaje, y un caballo más joven y de mejor estampa que Brillante ocupó el vacío que la muerte había dejado en el pesebre. Las amarguras sufridas en aquel domingo fueron olvidadas ante una abundancia como pocas veces se había gozado en aquella casa.

Don Germán les dice al oído algunas palabras y les ordena que cada uno por su lado se dirijan a la puerta sin llamar la atención de los convidados. Así lo hacen, pero cuando ya han subido al carruaje, alguien les hace traición; los invitados se enteran, se lanzan a los balcones y les hacen una delirante ovación.

Palabra del Dia

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