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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Casi había perdido la cuenta de las veces que le declararon el acta limpia en el caprichoso vaivén de la política española, que da a los parlamentos una vida fugaz. Los ujieres, el personal de secretaría, todos los dependientes de la casa le miraban con respetuosa confianza, como un compañero superior, unido cual ellos para siempre a la vida del Congreso.
Fué siempre su humor caprichoso y fantástico y por él se había dejado arrastrar á simpatías injustificadas y á antipatías más injustificadas aún que ocasionaran no pocos disgustos en la casa. Pero con la edad, pues era ya un viejo can, este humor se había exacerbado de modo increíble. Sus manías se habían convertido en verdaderas chocheces. En el pueblo se murmuraba bastante de él.
El rostro pálido de Beatriz, con sus grandes pupilas y sus luengas pestañas como llorosas, posábase ahora sobre la página de su libro de oraciones, sobre las colgaduras del lecho, sobre el mismo Crucifijo, al cual confiaba su cuita. Fantasma fatuo y caprichoso como una llama volátil, y ante el cual su corazón se fundía de ternura.
No se sabe adónde hubieran ido a dar las imaginaciones del desconcertado Sultán, cuando, en medio de aquella oscuridad, se dejó escuchar la voz del caprichoso Ben-Farding, diciendo: Querido Mohamad, ¿por qué te he de engañar revistiéndome con titulillos que no he ganado todavía? ¡Pues qué! ¿No hay más que ser el rey de la locura?
Celebradísimo fué el papel de el Engañado por peregrino y caprichoso, sacando, al mismo tiempo que le acababa, otro del pecho el Engañador, llamado así en la Academia y en los tres hemisferios , y fiscal de la presente, que decía desta manera: «PRONÓSTICO Y LUNARIO DEL A
Sólo a la vista de un sombrero caprichoso, o al recibir la noticia de la llegada de una compañía dramática, o al anunciarse que el Casino daría una reunión de confianza, ardía súbito en sus corazones el fuego sagrado de la inspiración, despertábanse sus poderosas facultades poéticas, y en arrebatado vuelo salían de casa y se lanzaban a la de la modista, a la guantería, a la perfumería, dejando en todos los parajes señales de su agitación y alguna parte del peculio profecticio.
Oíase el paso de las cigarreras que regresaban de la Fábrica; no pisadas iguales, elásticas y cadenciosas como las que solían dar al retirarse a sus hogares diariamente, sino un andar caprichoso, apresurado, turbulento.
A la Naturaleza parece no le importa gran cosa ese testigo: Dios es el único que se encuentra allí como en su casa. El elemento que llamamos flúido, movible, caprichoso, en realidad no cambia: es la regularidad misma. Lo que continuamente cambia es el hombre. Esa efímera aparición, en presencia de los grandes poderes inmutables de la Naturaleza, hace muy bien en vivir de ensueños.
Cuando alguno, por un recuerdo caprichoso de la suerte, conseguía una corrida de novillos en un lugar de la provincia, tenía antes que redimir el traje de luces, cautivo en una casa de préstamos. Eran vestímentas venerables que habían pertenecido a varios héroes, con los dorados opacos y cobrizos; oro de velón, según decían los inteligentes.
Una ardilla, desde lo alto del árbol en que tenía su morada, charlaba en són de cólera ó de alegría, porque una ardilla es un animalito tan colérico y caprichoso que es muy difícil saber si está iracundo ó de buen humor, y le arrojó una nuez á la cabeza.
Palabra del Dia
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