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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Capilla antigua de la Concepcion. Se hizo en 1521, siendo su fundador el canónigo Cristóbal de Mesa, en el tramo veintidos de la última nave principal.
Recordaba haber leído en las crónicas que el Emperador Alfonso había estado a punto de hacer descabezar a su esposa y al Arzobispo don Rodrigo por haber violado su regia palabra, empeñada a los alfaquíes toledanos. El Canónigo llegó al amanecer y pidió que le dejasen a solas con el mancebo.
Si había delito, ¿quién era el autor de él? ¿El Canónigo o Tomás Rufete? ¡Enorme, endiablada confusión!... Pero lo que puso remate a la duda y trastorno de la infeliz presa fue que su abogado le dijo un día estas palabras: «Desde el tanto de culpa la cuestión ha variado por completo. La casa de Aransis y el Sr.
No hice ninguna pregunta y la seguí dócilmente, preguntándome dónde me llevaba. ¿Era al convento para hacerme reflexionar sobre el matrimonio? ¿Era a la cárcel, para castigar mi falta de vocación espontánea?... No era, por fortuna, a ninguno de los dos sitios, sino sencillamente a casa de su director y amigo, el señor canónigo Tomás, profesor del Colegio Libre.
Ramiro sonriose. El canónigo sacó entonces una moneda de plata y se la alargó a la mujer. La morisca tomola temblando y comenzó a alejarse lentamente. Un instante después, maestro y discípulo escuchaban el rodar de la moneda sobre los guijarros.
Entendióle el cura, y dijo que de muy buena gana haría lo que le pedía si no temiera que, en viéndose su señor en libertad, había de hacer de las suyas, y irse donde jamás gentes le viesen. -Yo le fío de la fuga -respondió Sancho. -Y yo y todo -dijo el canónigo-; y más si él me da la palabra, como caballero, de no apartarse de nosotros hasta que sea nuestra voluntad.
Porque diabólica era ciertamente la claridad e insistencia conque surgían en su mente todos los argumentos negativos de su derecho. Ella quería rechazarlos, y ellos crecían fortaleciéndose, vestidos con la inmaculada vestidura de lo evidente. Sí, su tío el Canónigo era tonto. ¿No podía dar ella mil testimonios de sus necias credulidades?
Doña Emerenciana, una viuda vejancona que, a falta de galanes más lucidos, se pasaba la vida persiguiendo a Fidel, el mozo de comedor, veíase que se despepitaba con la proximidad del canónigo, y fué la primera en dirigirle la palabra: ¿Verdad que en este Madrid hace demasiado calor, y eso que estamos todavía en abril? Usted vendrá de sitio más fresco, don... ¿cómo se llama usted?
-Yo, a lo menos -replicó el canónigo-, he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas.
Y por el pronto será del resguardo el señor vasallo que está presente, encargado por ahora, y hasta que haya más, de obedecer las órdenes del gobierno. Alto dijo al llegar aquí el señor Canónigo presidente, que yo traigo también mi decreto y dice así el borrón, mutatis mutandis.
Palabra del Dia
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