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Actualizado: 27 de junio de 2025
Y... oíd: hacedme la merced de decir á doña Beatriz de Zúñiga que entre. No quiere quedarse sola murmuró la joven saliendo ; ¿qué misterio será éste? Y llegando en la antecámara á una hermosa joven que, acompañada de otras tres reía y charlaba, la dijo: Doña Beatriz, la señora camarera mayor, os llama.
Recordó que Marta había expresado la intención de ir a hablar temprano con la condesa; se disponía, pues, a subir la escalera que conducía al departamento de la señora de Bruinsteen, cuando la camarera le detuvo, diciéndole que acababa de ver a su señora, sumida en el más profundo sueño. Mathys recorrió todo el edificio hasta las buhardillas.
Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en Madrid que de la ovación de la Jesup, de su importuno estornudo y de los guantes de Currita; nadie se acordaba ya del nombramiento de camarera, ni de la muerte de Velarde, ni del registro de la policía.
La lentitud de la duquesa consistía, no en que la fuese difícil escribir, sino en que pensaba más que escribía. Ni un sólo momento durante la conversación con la condesa de Lemos, había olvidado la posición difícil en que se encontraba, esto es: su posición de camarera mayor de una reina que se había perdido en su recámara, mientras ella hacía su servicio en la cámara.
¿Qué tenéis, duquesa? dijo el rey, que no pudo menos de notar la turbación de la camarera mayor. Tengo... señor... que vuestra majestad va á creer que no quiero obedecerle. ¡Cómo! Me es imposible anunciar á vuestra majestad. ¡Imposible! Sí; sí, señor, imposible de todo punto. Pero y ¿por qué?... Porque... porque su majestad no está sola.
Doña Clara salió, y la reina se quedó murmurando: Ve, ve á soñar con tu primer amor. ¡Dichosa tú que amas! ¡Dichosa tú que puedes amar! Y dos lágrimas asomaron á los ojos de Margarita de Austria, que tuvo buen cuidado de enjugarlas porque se sentían pasos en la cámara. Se abrió la puerta y apareció la camarera mayor; con ella venían la condesa de Lemos y la joven doña Beatriz de Zúñiga.
¡Oh, las doce!... Ya es hora de que tú descanses y de que yo me recoja; hasta mañana, Clara. Di á la camarera mayor que me recojo. Adiós, señora dijo doña Clara doblando una rodilla y besando la mano á la reina. Margarita de Austria la alzó y la besó en la frente.
Fernando no tuvo tiempo para reflexionar sobre aquel extraño acontecimiento, porque, en aquel instante, abriose una puerta dorada, y la camarera mayor de la Reina anuncio a Su Majestad María Teresa, que apareció apoyándose en el brazo del cardenal Bibbiena, confesor del Rey.
¿Y sabéis cómo se llamaba su madre? No me lo han dicho. Pues yo voy á decíroslo. Sepamos. La madre se llamaba... y se llama, doña Juana de Velasco, duquesa viuda de Gandía, camarera mayor de su majestad. Abrió enormemente los ojos Quevedo. Y qué hermosa, qué hermosa estaba entonces la duquesa. ¿Pero estáis seguro de ello, amigo Manolillo?
A esta salida de la condesa, la camarera mayor no pudo contener un marcado movimiento de disgusto; reprimióse, sin embargo, y dijo procurando dar á su voz un acento conveniente: Vamos, se conoce que la insolencia de don Rodrigo os ha llegado al alma, porque estáis terrible, amiga mía; nada perdonáis, ni aun á vuestro padre, y voy convenciéndome de que por vengaros de ese hombre, seréis capaz de todo.
Palabra del Dia
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