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Porque en aquella época eran muy pocos todavía los que desdeñaban este calzado patriótico y confortable. Tal cual pollastre que por haber estado en Valladolid estudiando medicina se creía por encima de estas ruindades y alguna que otra damisela melindrosa que afectaba el no saber andar con ellas.

Por una rareza singular, no he conservado de esa época más que un recuerdo vago de las personas cuya vida ha estado más estrechamente asociada a la mía; sin duda porque las impresiones siguientes han borrado las primeras. Mi padre era un hombre pequeño, robusto y rechoncho, de barba y cabellos negros y cortos, calzado con altas botas lucientes y vestido de una hopalanda de basto paño verdoso.

Xuantipa se perdió por una puerta de la trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas que yacía sobre el mostrador: Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. haces el calzado sedicioso, republicano.... Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético.

Casualidad sería; pero al sentarse quedó fuera de la fimbria de su bata medio piececito primorosamente calzado con una babucha de raso, muy escotada, sobre una media de seda azul con rayas blancas.

¿Que ha subido el precio de los alquileres? ¿Que las patatas están por las nubes? ¿Que el calzado cuesta un ojo de la cara?... Nada de eso. Es que la peseta ha perdido su capacidad adquisitiva. Teóricamente, las patatas están donde estaban; pero la peseta no puede ya adquirirlas con tanta facilidad como antes.

Además, presumía con fundamento que Martínez, un antiguo oficial suyo, trataba de instalar una tienda de calzado de fábrica en la misma calle. «¿Calzado de fábrica? pensó Belarmino, desviándose del camino recto ; buen calzado será ése que no está hecho a la medida. Como si una máquina pudiera hacer zapatos decentes. ¡Pazguatos!

Pero la proximidad de Rosalinda obró en su alma como un imán y modificó por completo sus resoluciones. Lanzó una rápida mirada sobre todo su vestido: su calzado, en verdad, aparecía lleno de polvo, pero ni su americana ni su pantalón habían sufrido gran cosa de su paseo a través de los bosques y su total apariencia era suficientemente correcta.

Su nariz aguileña de perfecta forma, el mirar penetrante, y un no qué de reserva, de seriedad profunda que en él había, indicaban que no era hombre vulgar aquel que en tal hora paseaba envuelto en capa de paisano, y calzado de altas botas, que el buen estado del piso hacía innecesarias.

Esta lenta transformación la seguía Gabriel con la vista al visitar la catedral, encontrando el rastro de sus evoluciones. El grandioso templo era un gigante calzado con zapatos toscos y cubierta la cabeza de deslumbrantes penachos. Las bases de las pilastras eran groseras, sin adorno alguno.

Las ropas de uno y otro mendigo chorreaban; el sombrero hongo de Almudena parecía la pieza superior de la fuente de los Tritones: poco le faltaba ya para tener verdín. El calzado ligero de Benina, destrozado por el mucho andar de aquellos días, se iba quedando a pedazos en los charcos y barrizales en que se metía.