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Actualizado: 29 de mayo de 2025


El Profeta Isaías claramente dice que su profecía no es para dar luz a todos, sino para cegar los ojos del Pueblo, agravar sus oídos, y embotar su corazón, para que no vean ni oigan la Palabra de Dios, y se conviertan y reciban sanidad; quien por evitar estos males mandaría entonces al Profeta que se callase, y le cerraría la boca, viendo que hiciera cosa conforme a la voluntad de Dios, y al bien de su Iglesia; mayormente diciendo él mismo otras muchas veces, que su profecía es luz para los ciegos, consuelo para los afligidos, esfuerzo para los cansados, &c. ¿Y qué hablamos de Isaías?

La tentativa fue muy débil primero, pero luego aceleró algo el paso, y, sin mencionar ninguno de los dos lo que había sucedido, la conduje por la larga avenida hasta la casa. Una vez dentro, me manifestó que era innecesario llamar a la señora Gibbons, y en voz muy baja me imploró que callase todo lo que había presenciado. Tomó mi mano entre las suyas y la retuvo.

Mi padre confió, quizá también por vanidad, toda la historia de sus amores a un antiguo amigo suyo, le entregó papeles que podían obligar y comprometer a D. Gregorio, si éste no se conducía bien como fideicomisario, y le encargó que lo callase y reservase todo como no fuera menester descubrirlo en su día.

El mismo Señor dice, que vino al mundo para juicio, para que los que no ven vean, y los que ven sean ciegos. Le mandaron luego los padres de la fe de entonces que callase, por evitar el daño de los que de su predicación habían de salir más ciegos. De él dice Simeón, que viene para levantamiento, y también para ruina de muchos. Lo mismo había dicho de él el Profeta Isaías.

La más leve emoción representaba la muerte para él...» Lubimoff no podía decir la verdad. Su secreto era de Alicia. Unicamente los dos sabían quién era aquel prisionero muerto en Alemania; y mientras ella callase, él debía hacer lo mismo. Una noche, el coronel le dió una noticia interesante. Al caer de la tarde, cuando regresaba del Casino, había visto desde el tranvía á la duquesa de Delille.

Su alegría de hombre sano y bien equilibrado era comunicativa. Nadie dejaba de reirse cuando a él se le ocurría hacerlo. Aquella noche Ventura estaba muy amable y daba palmetazos en las espaldas a su marido pidiéndole que callase, que no podía comer en paz.

Y ansí nos partimos alegres con el buen trueque y con haber negociado bien. En todo no vio nadie lo susodicho sino yo, porque me subía par del altar para ver si había quedado algo en las ampollas, para ponello en cobro, como otras veces yo lo tenía de costumbre. Y como allí me vio, púsose el dedo en la boca haciéndome señal que callase.

Yo hacía que lloraba, daba voces, íbame a quejar a mi señor, y apretábale para que enviase al mayordomo a saberlo, para que callase la ama, que adrede porfiaba. Iban y sabíanlo, y con esto asegurábamos al amo y al mayordomo, y quedaban agradecidos, en a las obras, y en el ama al celo de su bien.

Godofredo, tapándose la cara con las manos, lloraba amargamente. La compasión se apoderó entonces de unos y de otros. ¿A qué conducía aquella discusión? El que tuviese la desgracia de no creer, que se lo callase. De todos modos, herir sin necesidad las almas timoratas, como la de aquel pobre muchacho, era poco caritativo y además una falta de consideración.

Y si le hubiera sido posible hablar en un momento en que todas las energías de su ternura y de su orgullo me suplicaban o me ordenaban que callase, me había dicho una sola cosa, que yo sabía demasiado: que la confidencia estaba hecha y mi proceder era el de un cobarde.

Palabra del Dia

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