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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Hágase usted cargo de lo que sufrirá una criatura con la conciencia alborotada y en esta situación... ¡Ah! Sr. D. Evaristo, a mí no me la da usted... Usted es muy tunante y las mata callando... Al oír esto, la diplomacia de Feijoo se alarmó, creyendo llegada la ocasión de sacar, si no todo el Cristo, la cabeza de él.
Pero, fiada en su bondad, se fió en Dios y en su buen pensamiento, con que pensaba resistir callando a todo aquello que Lotario decirle quisiese, sin dar más cuenta a su marido, por no ponerle en alguna pendencia y trabajo. Y aun andaba buscando manera como disculpar a Lotario con Anselmo, cuando le preguntase la ocasión que le había movido a escribirle aquel papel.
Salía en esto Dorotea de su aposento, y tras ella doña Clara, toda turbada; y, llamando Dorotea a Cardenio aparte, le contó en breves razones la historia del músico y de doña Clara, a quien él también dijo lo que pasaba de la venida a buscarle los criados de su padre, y no se lo dijo tan callando que lo dejase de oír Clara; de lo que quedó tan fuera de sí que, si Dorotea no llegara a tenerla, diera consigo en el suelo.
Don Francisco vendrá á buscaros... Pues no encuentro medio... Sí; dejar esta conversación. Dejémosla. Hablemos de otra cosa. Pero ninguno de los dos habló. Bebieron en silencio sus copas. Pasaron algún tiempo callando. Dorotea miró involuntariamente á Montiño. En aquel momento Montiño miró á la comedianta. Esta doble mirada fué más elocuente, más intensa que la anterior.
9 Asimismo también las mujeres, ataviándose de manera honesto, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, u oro, o perlas, o vestidos costosos, 10 sino de buenas obras, como conviene a mujeres que profesan piedad. 11 La mujer aprenda, callando con toda sujeción. 12 Porque no permito a una mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el varón, sino estar reposada.
«¡Ay, sí! aquello era el padre, la madre, el hermano, la fortaleza dulce de la caricia conocida, el amparo espiritual del amor casero; no, no estaba sola en el mundo, su Quintanar era suyo». Eterna fidelidad le juró callando, en el beso largo, intenso con que pagó los del marido.
Estaba envenenada, envenenada con fósforos, y había sufrido atroces dolores durante horas enteras, callando para que el remedio llegase tarde... ¡y llegó! Al día siguiente ya no vivía. La pobrecita tuvo valor. Amaba con toda su alma al mediquín, y yo mismo leí la carta en la que el muchacho se despedía para siempre por saber de quién era hija. No la lloré. ¿Tenía acaso tiempo?
El coche se puso en movimiento; sonaron las campanillas de las mulas, rechinaron los ejes y empezó á crujir toda aquella vieja armazón. Quevedo adelantó las manos y tropezó con la mujer. Esta le rechazó. Tormenta se prepara dijo Quevedo para sí , pues retirémonos y estémonos quedos para que más pronto descargue. La dama continuó callando.
»A mí se me ocurrían muchas cosas que decir a propósito de estas juiciosas ideas de mi madre, que parecía no acordarse de que habían sido sus enormes despilfarros la causa principal del desastre de que se lamentaba. Pero seguí callando y oyendo, hasta ver en qué paraban sus reflexiones y sus planes.
Callando estuvo por un buen espacio, mirando al suelo sin mover pestaña, y al cabo dijo: »-Tú lo has hecho, Lotario, como yo esperaba de tu amistad; en todo he de seguir tu consejo: haz lo que quisieres y guarda aquel secreto que ves que conviene en caso tan no pensado.
Palabra del Dia
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