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El día que menos lo espere, mi madre se queda en ese convento de los demonios, sin que haya fuerzas humanas que la arranquen de allí. No puedes figurarte su actitud: no disputa ni contesta a mis reflexiones; calla y hace lo que quiere. Con Leocadia, la cosa varía: a cuanto digo, responde que lo que debo hacer es buscar dinero... y, en el fondo, no le falta razón.

-Par Dios -respondió Sancha-, tan bién me vaya yo sobre una pollina como sobre un coche. ¡Hallado la habéis la melindrosa! -Calla, mochacha -dijo Teresa-, que no sabes lo que te dices, y este señor está en lo cierto: que tal el tiempo, tal el tiento; cuando Sancho, Sancha, y cuando gobernador, señora, y no si diga algo.

Yo dije para : aquel es un hombre disfrazado de caballero, y señalé al vizcaino: aquel otro es un caballero vestido de hombre, y señalé al sábio y modesto publicista. Otro incidente me ha impresionado más. Un amigo llega esta mañana, me mira, calla, y despues de un minuto de silencio, me dice: ¿usted me oye? , señor, le oigo. Si usted no me ayuda, dentro de tres horas estoy en la cárcel.

La estadística se calla en este punto respondió la Roubinet ligeramente confusa. Pero he leído con gran satisfacción la vida de ciertas solteronas sabias o artistas dijo con su énfasis habitual. ¡Oh! exclamó Petra. Creo que sueña usted. No, por cierto insistió la Roubinet. Así, en literatura...

¡Silencio! ¡Siéntate! ¡Calla! dijo Carlos Tomás, forcejeando rápidamente por desembarazarse del abrazo de su inoportuna visita. ¡Mírenlo! continuó el forastero, sin hacer caso del aviso y con la mayor despreocupación.

-Calla, boba -dijo Sancho-, que todo será usarlo dos o tres años; que después le vendrá el señorío y la gravedad como de molde; y cuando no, ¿qué importa? Séase ella señoría, y venga lo que viniere.

Calla, tonta, que lo dije por oirte: ¡miá qué me importará á el día de mañana vestirte como una señora prencipal!... ¿eh, madre?

¡Ya me extrañaba a que no metieses la cucharada! ¿Quién te pide a ti consejo, ni qué se me da a que lo encuentres malo o bueno?... ¡Es decir, que mamá se calla, y que esta tontuela ¡mentecata! se ha de meter siempre en mis cosas!... Yo hago lo que me parece; ¿sabes?... Me dejo las patillas o me las quito; ¿sabes?... Y te callas; ¿sabes?...

Solo á las amonestaciones de un personage que por respeto se calla, era á las que daba cabida el rey D. Fernando. Este personaje se supo grangear su cariño por su bella cualidad, que era la de todo adulador, logrando con sus palabras henchir el pecho del monarca cada dia de mayor pasion. Aun la misma reina Isabel tuvo en muchas ocasiones que valerse de este favorito para hablar con su real esposo.

¡Pero también eres señorita! apuntó Nolo en voz baja y sonriendo. El semblante de la joven se oscureció. ¡Calla! ¡calla! No hables de eso.