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Actualizado: 5 de julio de 2025


Sofocada, la buena mujer tuvo que comprar más libretas, porque dos o tres viejas a quienes no tocó nada, ponían el grito en el cielo, y alborotaban el barrio con sus discordes y lastimeros chillidos. Ya se creía libre de tales moscones, cuando la llamó con roncas voces una mujer que llevaba en brazos a un niño cabezudo, monstruoso.

Traga-santos vendió hasta los clavos de su casa para realizar su propósito de reedificar la ermita de San Isidro; y como aquello no bastase, anduvo de pueblo en pueblo pidiendo limosna para tan santa obra, por cierto con mucho fruto, particularmente en Cabezudo y Barbaruelo.

Esto último lo dijo al ver que Ojeda, repentinamente, como si obedeciese a una decisión anterior, se separaba de él. Desapareció por la puerta de babor que daba entrada a los salones. Maltrana le vio pasar por entre las mesas del jardín de invierno, ocupadas por unos cuantos pasajeros dormitantes. Luego entró en el salón y fue a sentarse cerca del piano, junto al pequeñuelo cabezudo, que contemplaba los grabados de un gran volumen con aire reflexivo de persona mayor, arrullado por la música de su madre.

Madre, ¿cómo está el tío Pedro? preguntó el primero. Mal, hijo, mal. Se me parte el corazón de verle tan malo, tan triste y tan solo. Le dije que se viniese al convento; pero ¡qué!, más fácil era traerse al fuerte de San Cristóbal que no a ese cabezudo. Ni un cañón de a veinticuatro lo menea.

El empleado sonrió ante esta protesta de la dignidad profesional, y siguió presentando a los otros. Un muchacho cabezudo, con ojos azorados y chaquetón de paño pardo, era el Paleto. Le habían traído por robar un corsé. Miraba a Maltrana con ojos de víctima moribunda, creyéndolo un señor poderoso.

Los asesinos son una mujer, llamada Manuela Bernaola, y tres hombres, llamados Ignacio Cabezudo, el Feo y el Pequeño. Con este motivo, he leido los periódicos de Madrid, y he encontrado noticias tan extrañas sobre aquel crimen horroroso, que no he podido menos de escribir á un amigo, con el fin de que adquiera los más datos posibles y me los remita.

El Santo escuchó mi ruego, y Dios escuchó el del Santo, porque se fundaban en el buen medio en que está la virtud, y así todos fuisteis complacidos hasta cierto punto: Cabezudo, consiguiendo que no lloviera tanto como Barbaruelo deseaba; Barbaruelo, consiguiendo que no lloviera tan poco como deseaba Cabezudo; y Animalejos, consiguiendo que no lloviera tanto ni tan poco como deseaban Cabezudo y Barbaruelo.

Mientras esto pasaba en Barbaruelo y Cabezudo, los de Animalejos, que no sabían si alegrarse ó entristecerse contemplando el aparato de lluvia que presentaba el cielo, determinaron rogar al tío Traga-santos que solicitase, por la intercesión de San Isidro, que lloviera y no lloviera, ó lo que es lo mismo, que cayese sólo una rociada de agua, que era lo único que necesitaba el campo de Animalejos.

El río que pasaba por Barbaruelo era muy caudaloso, y el que pasaba por Cabezudo era todo lo contrario. Así sucedía que cuando la sequía era grande, Barbaruelo monopolizaba la molienda de toda, la comarca, porque Cabezudo ni aun á represadas podía moler un grano.

A la mañanita del siguiente día iba Benina camino de las Cambroneras, con su cesta al brazo, pensando, no sin inquietud, en las exaltaciones del buen Almudena, que le llevarían de pronto a la locura, si ella, con su buena maña, no lograba contenerle en la razón. Más abajo de la Puerta de Toledo encontró a la Burlada y a otra pobre que pedía con un niño cabezudo.

Palabra del Dia

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