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Actualizado: 13 de junio de 2025


En cambio, Rosa, que poseía singular aptitud para remedar los gestos y ademanes de cuantas personas veía, una vez que entró en confianza, se puso a imitar los de Andrés con tal gracia y perfección, que pudiera competir con el mejor cómico de Madrid.

¡Señor barón! exclamó el clérigo con voz enfática de cómico de la legua. ¡Tiene usted el alma tan fea como el rostro! El barón quedó tan sosegado ante aquel insulto. Después de un rato dijo con perfecta tranquilidad: No sea usted botarate. ¿Qué tiene que ver mi cara en estos asuntos?

Pero don Víctor comprendió que el cómico en España no vive de su honrado trabajo si no se entrega a la vergüenza de servir al público el arte en las compañías de comediantes de oficio; comprendió además que él necesitaba con el tiempo crear una familia, y entró en la carrera judicial a regañadientes.

Conspiraban las infantas brasileñas con sin igual descaro; conspiraban los voluntarios realistas, ayudados por la turbamulta de frailes y clérigos mal avenidos con la idea de perder su omnipotencia; conspiraban las monjas y los sacristanes, muchos militares que se habían hecho familiares de los obispos, y para que no faltase su lado cómico a esta comparsa nacional, también se agitaban en pro de D. Carlos muchos señores que habían sido rabiosos democratistas y jacobinos en los tres llamados años de la titulada segunda época constitucional.

Estas últimas palabras causaron a Huberto cierto malestar; para disimular las ideas que le sugerían, interrumpió a la joven y dijo afectando un temor cómico: ¡Qué desgracia! ¡Usted me hace estremecer! ¡Volemos en socorro de su querido padre!

No sucede como en nuestras antiguas comedias, donde casi nunca hay madre. En lugar de la madre, pone el poeta a un personaje muy cómico, y bien caracterizado: a una vecina, ya de años, vulgar, aficionada a conversación, falsa devota, y con otras malas cualidades, que la hacen apta para mediar en cualquier intriga galante.

JESSY. El cómico que ha perpetrado la revista en que yo trabajo y que hace todas las porquerías que estrena la señora Grattemimi. JESSY. Y usted, que se codea con Molière, ¿qué está buscando en este momento por los alrededores de mis ligas...? Sin duda, esto es lo que usted llama un sendero de espinas... TALMA. ¡Le suplico, querida mía...!

Apenas tenía yo más amigos que el Barón; y yo no desconocía, por más que estimase su fidelidad perruna y su devoción hacia , cuánto había de cómico en todo ello. Las ganas de morir asediaron mi espíritu con la contemplación de tales miserias. Para distraer mis penas, para aturdirme, me lancé entonces al mundo con mayor ímpetu y frenesí que nunca.

Su indumentaria, elegante en sus buenos tiempos, estaba rota y sucia, y el cabello, despeluznado y de un rojo subido, formaba un cómico tocado sobre su vivaracha cabecita. A pesar de todo ello, la niña era una monada. Un cierto aire de confianza en mismo que suele caracterizar a los niños que por mucho tiempo se creían abandonados, despuntaba a través de su timidez infantil.

¡Con qué interés ardiente recogía todas las palabras que se cambiaban entre aquellos maldicientes! Y a medida que iban poniéndole en claro el suceso y que iban acumulando pormenores, entreverando frases burlonas y reticencias de efecto cómico, su corazón se apretaba, se apretaba poco a poco, como si todos ellos lo fuesen oprimiendo entre sus manos, uno después de otro, para hacerle daño.

Palabra del Dia

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