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Actualizado: 5 de septiembre de 2025
Quisiera poseer en este momento la voz de un ángel, porque los ángeles sólo deben escuchar a los ángeles. El piropo produjo excelente efecto en la parte femenina del salón. La parte masculina lo recibió con sonrisas burlonas. Siempre hemos tenido gusto en escucharle; ya lo sabe usted. Porque siempre va unida a la belleza la bondad.
He dado en creer que su lectura será provechosa para la actual generación. Me ocurre preguntar: ¿Será interesante para ella este modesto libro que acaso peca de indiscreto? ¿No será acogido con menosprecio y risas burlonas? Yo quiero que los muchachos que ahora empiezan a vivir, sepan cómo sentían y pensaban los jóvenes de aquel tiempo.
Miraron entre compasivas y burlonas al señorito que lloraba, y se alejaron haciendo comentarios a toda voz. ¡Un hombre llorando! Indudablemente le había engañado la novia o había muerto su madre. A Juanito no le hicieron daño los burlones comentarios de aquellas muchachas. Habían acertado. Su madre había muerto aquella tarde, y por esto lloraba.
Recapacitando y atando cabos, Bonis llegó a recordar que Serafina misma le había querido dar a entender, de tiempo atrás ya, que el nacimiento de su hijo, el de Bonis, era cosa que no debía tomarse con calor; el mismísimo Julio Mochi, en cierta carta escrita meses antes desde la Coruña, le hablaba del asunto y de su entusiasmo paternal con una displicencia singular, con palabras detrás de las cuales a él se le antojaba ver sonrisas de compasión y hasta burlonas. Pero, en fin, lo de Serafina y lo de Mochi podían ser celos y temor de perder su amistad y protección. Serafina veía, de fijo, en lo que iba a venir un rival, que acabaría por robarla del todo el corazón de su ex amante, de su buen amigo... «¡Pobre Serafina!». No, no había que temer.
El P. Gil permaneció fuera, presenciándola. Uno y otro fueron objeto de gran curiosidad para la ventera, para sus hijos, para el mayoral y el mozo del coche. Apenas les quitaban ojo. El joven presbítero observó que cambiaban entre ellos algunas miradas expresivas y burlonas que le avergonzaron. Vio repentinamente la falsedad de su situación, la enorme tontería que había hecho.
Sus ojos eran tan expresivos, que parecían habladores; su boca tenía sonrisas entre mimosas y burlonas; y en conjunto, por su talle y rostro recordaba los tipos de aquellas muchachas diabólicamente hermosas que algunos pintores han trazado en torno de los santos combatidos de voluptuosas tentaciones.
Bueno; aguardaría a llegar a aquella esquina, y una vez en ella, ¡zas! soltaba su demanda, aunque cortase a Tónica en lo mejor de sus confidencias. Ya estaban en la esquina. ¡Allá va...! Pero no; no hablaba. Iba tras ellos un señor por la acera, resguardándose de la lluvia; podía oír su declaración... ¡y quién sabe de lo que son capaces esas gentes burlonas, que miran el amor como cosa de risa!
Palabra del Dia
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