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Actualizado: 1 de julio de 2025
Entonces salió de la espesura un viejo, algo encorvado por la edad, que parecía llegar a cien años, y con airado acento censuró la cruel conducta de Tomás Cardoso y hasta le amenazó con un castigo. Con burla y desprecio respondió el portugués al pobre anciano y dirigió sobre él el caballo para asustarle.
Pero después, cuando Muñoz llegaba a su presencia, ávido y tembloroso de la felicidad leída, todo el encanto se mudaba en decepción. Entonces se complacía en hacerle sufrir y de sus lindos labios sólo salían palabras de burla. ¿Por qué le preguntaba Muñoz desesperado por qué no es usted la Adriana de sus cartas? Ella, sin responder, sonreía vagamente.
Empleó el cañón y la ametrallodora para acabar más aprisa con la gentuza, y todo quedó limpio y tranquilo... A mí continuó el señorito con aire doctoral no me gusta Francia, porque es una República y porque allí las gentes decentes se olvidan de Dios y hacen burla de sus ministros. Pero quisiera para este país un hombre como Thiers.
Es verdad repuso ella sonriendo afablemente y dejando ver unos dientes que no podían estar sin burla en otra boca, ni pertenecer sin desdoro a otra dueña; tanto eran de perfectos. Yo pensaba lo mismo que Lorenzo, señorita; estamos sin duda en la chacra de los contrastes. ¿Lo dice usted por el «ñato»?
A lo que Sancho respondió: -Los tres tocadores sí llevo; pero las ligas, como por los cerros de Úbeda. Quedó la duquesa admirada de la desenvoltura de Altisidora, que, aunque la tenía por atrevida, graciosa y desenvuelta, no en grado que se atreviera a semejantes desenvolturas; y, como no estaba advertida desta burla, creció más su admiración.
Atormentábame también el temor de parecer estúpida, pues bien sabía yo que muchas cosas que parecerían naturales para todo el mundo, serían para mi un manantial de sorpresas y admiraciones. Así es que resolví, para no poner en riesgo de burla mi amor propio, disimular cuidadosamente mis asombros.
Al hacer la oferta de su blanca mano, acompañándola de un suspirar tierno y de remilgos de vergüenza, con sus enormes labios que se dilataban hasta las orejas o se contraían formando un hocico monstruoso, Benina no pudo evitar una risilla de burla.
¡Se entiende! replicó Maurescamp en tono de burla . ¡Vamos, creo que esto es ya bastante y aún demasiado! Y dio algunos pasos hacia la puerta.
Era casi un hombre, y en todas las clases ocupaba el último lugar. Era el burro perpetuo, burla y mofa de los demás chicos.
Digo, pues, que, como ya Cardenio estaba loco y se oyó tratar de mentís y de bellaco, con otros denuestos semejantes, parecióle mal la burla, y alzó un guijarro que halló junto a sí, y dio con él en los pechos tal golpe a don Quijote que le hizo caer de espaldas.
Palabra del Dia
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