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Actualizado: 14 de junio de 2025
En las viñas, el cuidado de las cepas se hacía por los capataces y los braceros más allegados al dueño, arrostrando la indignación de los huelguistas, que les tachaban de traidores, amenazándolos con venganzas colectivas. La gente rica, a pesar de sus arrogancias, revelaba cierto miedo.
Y con todo, aun cuando solo se quiera hacer del país un país de agricultores, un país de braceros, y condenar en él todo trabajo intelectual, no veo mal ninguno en ilustrar á estos mismos agricultores y braceros, en darles por lo menos una educacion que les permita despues perfeccionarse y perfeccionar sus trabajos, poniéndoles en estado de comprender muchas cosas que al presente desconocen.
Salvatierra y el viejo salieron del patio entre los ladridos de los perros, y siguiendo el muro exterior, llegaron a un cobertizo que daba entrada a la gañanía. Bajo aquel se alineaban al aire libre varios cántaros con la provisión de agua para los braceros.
Dupont, que había traído artistas de Sevilla para decorar la iglesia, y encargado a los santeros de Valencia varias imágenes deslumbrantes de colorines y oro, sintió cierto remordimiento ante la antigua casa de los viñadores, no atreviéndose a tocarla. Tenía mucho carácter; equivalía a un atentado rejuvenecer con reformas este refugio de los braceros.
Y cuando aún no habían llegado a los treinta y cinco años se sentían viejos, agrietados por dentro, como si se desplomase su vida, y comenzaban a ver rechazados sus brazos en los cortijos. Zarandilla, que había presenciado todo esto, indignábase de que tachasen de holgazanes a los braceros. ¿Por qué habían de trabajar más? ¿Qué aliciente les ofrecía el trabajo?... Yo he visto mundo, Rafaé.
¡Eh, compañeros! ¡Que soy un trabajador como vosotros! Las manos: a ver las manos rugieron algunos braceros, sin abatir sus armas amenazantes. Y por entre los embozos de la capa, aparecieron unas manos fuertes, cuadradas, con las uñas roídas por el trabajo. Uno tras otro, iban aquellos hombres acariciando las palmas, apreciando sus duricias. Tenía callos: era de los suyos.
Odia toda suerte de tiranías; y por lo mismo, no dejándose imponer de sus braceros y empleados, después de regatearles cuarto a cuarto sus jornales, les paga religiosamente lo convenido. También es filántropo; y si no se le ve pródigo con los pobres que llegan a su puerta, no es por falta de buen deseo, ni por sobra de economía, sino porque no quiere alimentar vicios ni fomentar la vagancia.
Si los braceros pedían que les diesen de comer como a seres humanos, que les dejasen fumar un cigarro más en las horas veraniegas de sol abrasador, que les aumentasen los dos reales en unos cuantos céntimos, todos gritaban desde arriba recordando La Mano Negra, afirmando que iba a resucitar.
La tropa debía subir toda la calle de Atocha y atravesar la Plaza Mayor, dirigiéndose por la calle de Bailén y el paseo de San Vicente a la estación del Norte, pero entre la plaza de la Bolsa y la Concepción Jerónima halló cortado el paso por una ancha zanja que los braceros de la villa habían hecho para colocar cañerías.
Y como hablaba con un amigo del amo, no quiso ocultarle las astucias de que se valían en las viñas para acelerar el trabajo y sacarle al jornal todo su jugo. Se buscaba a los braceros más fuertes y rápidos en la faena y se les prometía un real de aumento poniéndolos a la cabeza de la fila. Este era el que se llamaba hombre de mano.
Palabra del Dia
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