Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 14 de julio de 2025


Todas habían de entenderse con la casera, o sea, la mujer que el dueño de la finca tenía para el cobro del alquiler, que se hacía por semanas, y para el cuidado y vigilancia. Los que allí habitaban eran braceros. De las mujeres, solo algunas como ella salían a ganar un jornal, dejando a sus hijos confiados a la miga, que así se llamaba a la maestra de niños de corta edad.

El doctor hacía esta pregunta con una expresión de malicia bonachona en los ojos y la boca. Maltrana se apresuró a repetir todos los lugares comunes que había oído sobre la tierra argentina. La feracidad del suelo virgen, la falta de braceros, la facilidad de crédito para el trabajo...

¡Usted dice que los campos no están cultivados! continuó Isagani en otro tono, despues de una breve pausa; no entremos ahora á analizar el por qué, porque nos iríamos lejos; pero, usted, P. Fernandez, usted, profesor, usted, hombre de ciencia, usted quiere un pueblo de braceros, ¡de labradores! ¿Es para usted el labrador el estado perfecto á que puede llegar el hombre en su evolucion? ¿O es que quiere usted la ciencia para y el trabajo para los demás?

Y por la noche, cuando regresaban a la gañanía para dormir, otro gazpacho caliente: pan guisado y pan seco, lo mismo que por la mañana. Al morir en el cortijo alguna res cuyas carnes no podían aprovecharse, se regalaba a los braceros, y los cólicos de la intoxicación alteraban por la noche el amontonamiento de carne adormilada en la gañanía.

La presencia de Juanón les imponía respeto. Además, por el fondo de la calleja avanzaba otro joven. Aquel no sería de la idea; algún retoño de burgués, que se retiraba a su casa. Mientras Montenegro agradecía a Juanón su oportuna presencia, que le salvaba de la muerte, verificábase un poco más allá el encuentro de los braceros con el transeúnte. Las manos, burgués; enséñanos las manos.

Al fin nuestros ojos se encontraron y le pregunté recelosamente designando al mendigo: ¿Será ese? ¡Imposible! replicó Serrano. No obstante, en la frente de aquel hombre había algo que no suele verse en las de los braceros; era una frente degradada, pero era una frente donde se había pensado.

El amo de la tierra se resignaba a aceptar lo que esta quisiera darle. La extensión suplía la debilidad de un cultivo rutinario. Si la cosecha era mala, se hacían economías sobre el trabajo de los braceros y sobre los gazpachos que los alimentaban. Nunca faltaban esclavos que ofreciesen sus brazos. A bandadas bajaban de la sierra las mujeres y los gañanes pidiendo trabajo.

Y los crédulos, con la viveza imaginativa de su raza, aderezaban la noticia, adornándola con toda clase de detalles. Una confianza ciega se esparcía por los grupos. No iba a correr más sangre que la de la gente rica. Los soldados estaban con ellos; los oficiales también estaban al lado de la revolución. Hasta la guardia civil, tan odiada por los braceros, merecía su simpatía momentáneamente.

Tres comidas tenían al día los braceros, todas de pan: una alimentación de perros. A las ocho de la mañana, cuando llevaban más de dos horas trabajando, llegaba el gazpacho caliente, servido en un lebrillo. Lo guisaban en el cortijo, llevándolo a donde estaban los gañanes, muchas veces a más de una hora de la casa, cayéndole la lluvia en las mañanas de invierno.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando