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Actualizado: 11 de junio de 2025
D. Gaspar era un hombre alto, seco, con el rostro lleno de manchas coloradas que delataban su juventud borrascosa, el pelo ralo, la barba, que gastaba al uso de Espronceda, Larra y los literatos del treinta al cuarenta, entrecana y erizada, las manos y los pies descomunales, tan apretados por los callos estos últimos que el poeta andaba apoyado siempre en una muleta y doblado fuertemente por el espinazo.
El bucanero podía abandonar su profesión y convertirse, si así lo deseaba, en hombre honrado y piadoso, dejando las olas y fijándose en tierra; y ni aun en plena carrera de su existencia borrascosa se le consideraba como individuo con quien no era decente tener tratos ni relación social, aunque fuera casualmente.
Su discreción alcanzaba la tempestad que hubiera alzado si a la borrascosa condición del primo, y al receloso natural del tío, y al odio de todos los moriscos para con sus vencedores, hubiera venido a juntarse una sospecha, verificada al punto con la prueba plena de un billete.
Dicho esto se me permitirá que hable un poco de mi persona, pues atendiendo a que la desgracia halla siempre eco en toda persona discreta y sensible, creo que no soy saco de paja a los ojos de mis lectores, y que algún interés les inspiran los penosos trances de mi borrascosa existencia.
En Siracusa, y en compañía de varios ingleses, se había embarcado en un buque costero llamado Speronara, con rumbo á Malta; pero, durante una noche obscura y borrascosa, el miserable barquichuelo fué sumergido por un brik francés, nombrado Les Deux Augustes, hundiéndose en la mar á los pocos minutos.
Herrero: a toda hora es el hierro quien manda: ¡es el dios! Si te cruzas de brazos, si doblas el cuello al sopor, en tu abulia torpe ya no escucharás la solemne voz del hierro, tu amigo... Escúchame, herrero, y forja otra hoz." ....................................... La segunda segur, la de hierro, fabricada está. Es como la ceja borrascosa y dura de un fiero titán.
D. Francisco, yo he tenido una juventud muy borrascosa, como todo el mundo sabe, y hartas noticias tendrá usted de mis aventuras, pues no había en las Cortes de Europa dama alguna, casada ni soltera, que no se me rindiese. Después de todo, es una desgracia haber nacido con tal fuerza de atracción en la persona, señor D. Francisco; tanto, que todavía..., pero dejemos esto.
Al día siguiente la señora de Federico, acompañada del Reverendo Asa Crammer, director del Instituto, y de don José Robinson, personas respetables en extremo, se presentó indignada a Príncipe, teniendo lugar una borrascosa entrevista para reclamar a Carolina. No, no podemos permitir en manera alguna tal intervención decía la señora de Federico, mujer vestida a la moda y de dudosa apariencia.
Para ello, anunció con dos días de anticipación a la familia, que el viernes debía dormir en Sarrió, a causa de una sesión del ayuntamiento, que presumía había de ser borrascosa. De nada menos se trataba que del nombramiento de uno de los dos médicos del partido, que la corporación municipal pagaba. Los de Maza tenían su candidato y los de don Rosendo también.
Para vivir tranquilos y sustentarse en una época de incultura, los poetas buscaban la sombra de la Iglesia y se cubrían con sus hábitos. Lope de Vega, Calderón, Moreto, Tirso de Molina, Mira de Amescua, Tárrega, Argensola, Góngora, Rioja y otros, eran sacerdotes, muchos de ellos después de una vida borrascosa.
Palabra del Dia
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