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Actualizado: 15 de junio de 2025


Después quise descender más; confundirme con la plebe, conocer las torpezas alcohólicas de la taberna; y muchas veces, vestido de blusa, con la gorra echada hacia atrás, del brazo de «Mes-Bottes o Bibi-la-Gaillarde», entre un tropel de borrachos, fuí tambaleándome por los «boulevares» exteriores, cantando con voz ronca: «¡Allons, enfants de la patrie-e-e!... Le jour de gloire est arrivé-e-e...»

Eso es verdad interrumpió el artillero-cirujano-calafate , nada bebe tanto como un herido; son lo mismo que los borrachos, siempre tienen la boca seca. Y cuando estemos sin agua y sin galleta, ¿será el señor Kernok el que os dará lo que falte? Nos veremos obligados a comer nuestra carne y a beber nuestra sangre, como tendrán que hacer ellos; ¡vaya un alimento perro!

Las carcajadas del público enardecían a los borrachos, les hacían sonreír con orgullo, y los dos redoblaban sus saltos y contorsiones. Corrían en torno del gran montón de brasas, saltaban por todos los lados, y en el furor del movimiento que les dominaba, ninguno de los dos se acordaba del otro. ¡Ahora iba lo bueno!

Allí estaban los tesoros de Copa, de los cuales hablaban con unción y respeto todos los borrachos de la huerta.

Por el contrario, en La fragua de Vulcano, sin llegar a la desenfadada burla hecha de Baco en Los borrachos, la situación aparece dispuesta con cierta graciosísima ironía muy andaluza y poco respetuosa para los dioses inmortales.

Hemos estao de groma hasta la una de la mañana yo y los muchachos del barrio. ¡La gran tajá! Antes de pedir algo a la tabernera, que reía sólo con verle, quiso conocer lo que Maltrana había bebido, e hizo un gesto de repugnancia al oír que era una copa de aguardiente de limón. ¡Aguardiente!... Eso pa los borrachos. Vino: morapio del puro, que alarga la vida; y cuanti más, mejor.

Me dijeron que me había comprometido la noche anterior en la taberna. Yo, la verdad, no recordaba nada. Después comprendí, viendo cómo a otros los cazaban, lo que hicieron conmigo. A unos les emborrachaban sencillamente; a otros les solían dar opio y los llevaban a los barcos de noche, por delante de la policía, como marineros borrachos.

En el segundo, más suelto, más fácil, comienza a dar al claro-obscuro una importancia excepcional: el cuadro de Los borrachos representa una observación de la totalidad sin precedentes, pero aún no ha perdido en él aquella primitiva dureza. Las obras que dan más completa idea de este período, son las que pintó en su primer viaje a Italia, La fragua de Vulcano y La túnica de José.

Yo también marino añadió él . ¿Usted español? , español. Yo, holandés. Los dos marinos..., los dos borrachos. Buenas amistades. Después de decir esto y estrecharme la mano, el holandés se sentó a mi mesa. Bebimos juntos. El holandés era capitán de la corbeta Vertrowen.

El placer de Velázquez pintando sus Borrachos, ó el de Rembrandt cuando bosquejaba su célebre Lección de anatomía, debía de ser grande: es siempre un goce contemplar la naturaleza de un modo desinteresado: mayor aún poseer la facultad de reproducirla con la exactitud asombrosa de estos maestros.

Palabra del Dia

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