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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Y dice que, no habiéndosele olvidado al bachiller Sansón Carrasco cuando el Caballero de los Espejos fue vencido y derribado por don Quijote, cuyo vencimiento y caída borró y deshizo todos sus designios, quiso volver a probar la mano, esperando mejor suceso que el pasado; y así, informándose del paje que llevó la carta y presente a Teresa Panza, mujer de Sancho, adónde don Quijote quedaba, buscó nuevas armas y caballo, y puso en el escudo la blanca luna, llevándolo todo sobre un macho, a quien guiaba un labrador, y no Tomé Cecial, su antiguo escudero, porque no fuese conocido de Sancho ni de don Quijote.
Paco y Beatriz se casaron: y Paco borró con besos, que dió a Beatriz despierta, la impresión al parecer indeleble de aquel beso tan poético que ella había recibido dormida. Paco, algo recelosillo, como buen lugareño, se guardó bien de llevar a Madrid a Beatriz, no hiciera el diablo que se le antojase de nuevo que el Condesito estaba enamorado de ella seráficamente.
¡Oh, sí! ¡tuyo y no más que tuyo! ¿Y partiremos? Sí. ¿Desde esta casa? Sí. ¿Y no volverás á ver á doña Clara? No amo á nadie más que á ti. Y don Juan la atrajo á sus brazos. Dorotea le sonrió de una manera tal, le dejó ver de tal modo su alma, que una involuntaria sonrisa de triunfo de don Juan borró, como una nube al sol, la sonrisa de gloria de Dorotea.
Pero enredándose en estos líos muchas veces, fué al mostrador; llenóle con la tiza de números como la palma de la mano; los borró dos veces con saliva y la manga del chaquetón; escribiólos de nuevo, y al fin volvió a la mesa, diciendo en seco: Tres pesetas, con la estaca.
La sonrisa que vagaba en los labios de Dorotea se borró; en el semblante de Juan Montiño apareció una expresión de sorpresa, pero no más que de sorpresa. No esperaba ver una mujer tan hermosa. Le había dado de repente en los ojos un relámpago de hermosura. El bufón y Quevedo habían reparado esta circunstancia: la repentina y significativa seriedad de Dorotea y el asombro de Juan Montiño.
Y ahora, casi imperceptiblemente á pesar de la lentitud de sus últimos pasos, se encontraba frente á frente de aquel tablado, cuyo recuerdo jamás se borró de su memoria, de aquel tablado donde, muchos años antes, Ester Prynne había tenido que soportar las miradas ignominiosas del mundo. ¡Allí estaba Ester teniendo de la mano á Perla! ¡Y allí estaba la letra escarlata en su pecho!
Mientras corrió el tren por los campos de España, todavía la imagen de la chula venía de vez en cuando a turbar su espíritu. Pero en cuanto atravesó la frontera se le borró por completo.
La joven se puso pálida y llevándose la mano al corazón se alzó del asiento para salir de la glorieta. Tristán había sido su primero y su único amor. Cuando se conocieron ella tenía trece años y él veintiuno. La impresión que en su naturaleza infantil produjo aquel joven guapo, elegante y de cuya inteligencia toda la familia se hacía lenguas no se borró jamás.
No hay quien se lo quite de la cabeza. Y todo porque me solía parar en la esquina de la calle de Tintoreros, esperando a la mujer de Inza, ji ji ji... el de la tienda de mantas. Después de esta brillante ráfaga de memoria, la preciosa facultad se eclipsó por completo, y el ayer se borró absolutamente del espíritu del buen caballero.
Pues bien, querido primo; si quiere usted complacerme, no me hable jamás de él. Mi madre y yo le hemos borrado de nuestro recuerdo como él nos borró de su corazón. En la hora en que teníamos necesidad de todos nuestros amigos, él dió el ejemplo de la deserción, y su abandono, lo confieso, fué el que más nos afectó en aquellos tristes momentos.
Palabra del Dia
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