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La noche antes durmiose sin haber comido un solo bocado de pan desde la mañana; y los días anteriores, ¡si no hubieran sido el pernil y las berzas que trajo Casilda! ¡Otro día sin sustento! Ofrecería aquella nueva penitencia al Señor. El hambre era santa.

Estando en Benavente sentado para comer, le llegó el correo con la noticia de la sorpresa de Córdoba por unos cuantos soldados, y el rey, sin darse tiempo de tomar un bocado, montó á caballo, dejando órdenes á los lugares de Leon y Castilla para que le siguiese la gente de armas que la diligencia de los cabos y corregidores pudiese juntar.

Es un bocado superior, y vais a probarlo. ¡Ven acá, Horn! Bajaron ambos hasta el banco, que llegaba a la mitad del río, y se precipitaron sobre las tortugas, que aún no se habían percatado de la presencia del enemigo.

Sentáronse a la mesa en la hora de la cena; pero nadie probó bocado, absorbidos, quiénes en altas y graves ideas, quiénes en pensamientos frívolos y galantes... Y a las once en punto de la noche, presentábanse todos ante la escalinata de Palacio.

Pobre es, si piensa en aquellos tiempos; pero si se compara con el catolicismo de las naciones modernas, resulta, como en los siglos anteriores, la institución más favorecida y que mejor bocado se lleva del Estado.

Son las nueve, y aquí me tienes, sin probar bocado, en espera del caballero, mientras éste duerme como un marqués. Carmen no ha dormido en toda la noche, pensando en , muy contenta de haberte visto. ¡Tiene tu tía unas cosas! Dice que pronto liará el petate; que ya viniste y que, tal vez, eso nada más espera Dios para llevársela.

Tan llena está de despecho que no la cabe ni un bocado; es necesario andar con cuidado con esta loca. Bebed más añadió alto , el beber os dará apetito. Y la llenó de nuevo la copa. Dorotea apuró la mitad y luego puso los codos sobre la mesa, apoyó la cabeza entre sus manos y quedó profundamente pensativa.

Entre copa y copa de borgoña, entre bocado y bocado de salmón con mayonesa quedaron todas perfectamente arregladas. Manolito no terciaba en la conversación.

Inesilla les servía. El alférez devoraba con los dientes una pechuga de perdiz, y con los ojos el redondo cuello y el alto seno de la muchacha, soltando uno que otro guiño y una que otra frase que la joven recibía sonriéndose. ¿Y qué decís de esto? dijo entre un bocado, un guiño y una galantería soldadesca á la muchacha el alférez.

Ese es un caballo, dixo Zadig, que tiene el mejor galope, dos varas de alto, la pesuña muy pequeña, la cola de vara y quarta de largo; el bocado del freno es de oro de veinte y tres quilates, y las herraduras de plata de once dineros. ¿Y por donde ha ido? ¿donde está? preguntó el caballerizo mayor. Ni le he visto, repuso Zadig, ni he oido nunca hablar de él.