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Actualizado: 2 de junio de 2025


El entusiasmo femenino estalló en gritos estridentes al ver pasar los batallones de muchachas arrogantes acompañadas por el centelleo de sus espadas, de sus casquetes y de sus uniformes cubiertos de escamas metálicas. ¿Cómo los hombres, groseros y cortos de inteligencia, iban á poder resistir el empuje de estas amazonas robustas, esbeltas y de ligero paso?... Después, las hembras más rabiosas rectificaban sus opiniones para aplaudir igualmente al sexo enemigo.

Verdad es que, para lograrlo, recurrió el virrey al sistema de economías, disminuyendo empleados, cercenando sueldos, licenciando los batallones de Soria y Extremadura, y reduciendo su escolta a la tercera parte de la fuerza que mantuvieron sus predecesores desde Amat.

El día antes habían desembarcado unos batallones de zuavos de Argelia que iban á reforzar el ejército de la frontera, y estos veteranos, acostumbrados á la existencia colonial, poco escrupulosa en materia de atropellos, creyeron oportuno intervenir en la manifestación, unos con las bayonetas, otros con los cinturones desceñidos. «¡Viva la guerra!» Y una lluvia de zurriagazos y golpes cayó sobre los cantores.

Y ahí vimos a ese arrogante don Carlos, con sus terribles batallones, echando granadas y granadas, para tener luego que escaparse corriendo hacia Vera. Si la guerra se pierde, nos arruinamos murmuró Ospitalech. Capistun estaba tranquilo, pensaba retirarse a vivir a su país; Bautista, con las ganancias del contrabando, había extendido sus tierras. De los tres, Zalacaín no estaba contento.

Pasaron batallones, escuadrones, baterías, con dirección al Norte, fatigados, sucios, cubiertos de polvo y barro, pero con un enardecimiento que galvanizaba sus fuerzas casi agotadas. Los cañones franceses empezaron á tronar por la parte del pueblo. Grupos de soldados exploraban el castillo y las arboledas inmediatas.

Por eso, luz de mis ojos, sólo a te adoro y amo; por eso los ayes míos a sola los consagro; y aunque solamente quieras darme un triste desengaño, tus lágrimas lo han querido: ¡yo siempre seré tu esclavo! Mientras ruge el fragor de los cañones y retiembla la tierra con pavura, y encaramado en la nubosa altura escudriña el avión los batallones;

La vieja abrió los brazos con un gesto de terror... Muertos... muchos muertos... heridos... sangre. A continuación, otros vehículos blindados se habían detenido en la plaza, y tras de ellos, grupos de jinetes, batallones á pie, numerosos batallones, que llegaban por todas partes. Los hombres con casco parecían furiosos: acusaban á los habitantes de haber hecho fuego contra ellos.

Veían pasar como un desfile fantástico todo el resto del ejército: batallones y más batallones, baterías, tropeles de caballos. Luego, el silencio, la noche, un sueño sobre el polvo y las piedras, sacudido por terribles pesadillas. Al amanecer eran despertados por los pelotones de jinetes que exploraban el terreno recogiendo los residuos de la retirada. ¡Ay! ¡imposible moverse!

Veinte batallones españoles se iniciaban al mismo tiempo con igual éxito en distintos lugares de París. Cada entusiasta quería ser jefe de los demás, con la soberbia individualista y la repugnancia á la disciplina propias de la raza. Al fin, los futuros caudillos, faltos de soldados, buscaban inscribirse como simples voluntarios... pero en un regimiento francés.

Este desagradable y antipático personaje se puso después a clasificar los batallones carlistas según su valor; primero eran los navarros, como era natural, siendo él navarro, luego los castellanos, después los alaveses, luego los guipuzcoanos y al último los vizcaínos.

Palabra del Dia

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