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Actualizado: 18 de junio de 2025
De la culpa que tú tienes lleve la triste la pena; que justos por pecadores tal vez pagan en mi tierra. Tus más finas aventuras en desventuras se vuelvan, en sueños tus pasatiempos, en olvidos tus firmezas. Cruel Vireno, fugitivo Eneas, Barrabás te acompañe; allá te avengas. Seas tenido por falso desde Sevilla a Marchena, desde Granada hasta Loja, de Londres a Inglaterra.
11 Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron a la multitud, que les soltase antes a Barrabás. 12 Y respondiendo Pilato, les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que haga del que llamáis Rey de los Judíos? 13 Y ellos volvieron a dar voces: Cuélguenlo de un madero. 14 Mas Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: Cuélguenlo de un madero.
La retribución llegaba a él con tal merma, después de pasar por las manos de los intermediarios, que el pobre Maltrana, tras ocho horas de fatigoso plumear, pensaba con envidia en los siete reales que su hermano Pepín, más conocido por el Barrabás, ganaba como aprendiz de albañil. Y muchas gracias cuando no le faltaban las traducciones.
-Ven acá, bestia y mujer de Barrabás -replicó Sancho-: ¿por qué quieres tú ahora, sin qué ni para qué, estorbarme que no case a mi hija con quien me dé nietos que se llamen señoría? Mira, Teresa: siempre he oído decir a mis mayores que el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, que no se debe quejar si se le pasa.
Mira, falso, que no huyas de alguna serpiente fiera, sino de una corderilla que está muy lejos de oveja. Tú has burlado, monstruo horrendo, la más hermosa doncella que Dïana vio en sus montes, que Venus miró en sus selvas. Cruel Vireno, fugitivo Eneas, Barrabás te acompañe; allá te avengas. Tú llevas, ¡llevar impío!, en las garras de tus cerras las entrañas de una humilde, como enamorada, tierna.
Así serían ellos cuando saliesen al campo: el Barrabás marcharía al frente, por montes y caminos, como glorioso capitán. Y el libro, por medios habilísimos, pasaba de unos a otros, a pesar de que el director perseguía tales obras como si fuesen veneno puro.
El Barrabás siguió hablando, sin fijarse en la mirada de reprobación de su hermano, creyendo ingenuamente que eran portentosas hazañas las raterías verificadas por su banda. Tal vez le inspiraba lástima aquel hermano infeliz, incapaz de pelearse con otro hombre y sin agallas para apoderarse de un mal pañuelo. A él le hacían caso en la cárcel.
Maltrana comenzaba a sentir la inquietud de una situación ridícula viéndose rodeado por aquellos monos malignos. Al volver la cara, sorprendió por dos veces los guiños burlescos, las morisquetas que hacían algunos a sus espaldas mirando al Barrabás. Su hermanastro, con una leve sonrisa, parecía animarles. Del fondo de la galería salieron voces imitando el gruñido de varios animales.
Prometió al Barrabás interesarse por su suerte, ver a los señores del Juzgado, por si era posible hacer algo en favor suyo. No lo descuides dijo el pilluelo con hipócrita seriedad . Será una buena acción; mis consortes son más culpables que yo. Si hubiese justicia, ya me habrían puesto en la calle. Pero en sus palabras notábase la falta de anhelo por salir.
El empleado a quien obsequiaban con este estruendo había de abandonar su puesto, trasladándose a las galerías de hombres, más tranquilas y disciplinadas que la de estos gorilas del crimen. Al final de la galería encontró Maltrana al Barrabás, erguido en la puerta de su celda. Había visto entrar a su hermano, sereno, sin mostrar emoción alguna.
Palabra del Dia
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