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Actualizado: 21 de junio de 2025


Los mineros salían de la obscuridad con el bolsillo repleto, la sed y el hambre excitadas; pagaban bien, derrochaban y comían y bebían veneno barato en calidad de vino y manjares buenos y caros.

Al fin, yo llamaba ya «señora» a la abadesa, «padre» al vicario y «hermano» al sacristán, cosas todas que con el tiempo y el curso alcanza un desesperado. Empezáronme a enfadar las torneras con despedirme y las monjas con pedirme. Consideré cuán caro me costaba el infierno, que a otros se da tan barato y en esta vida, por tan descansados caminos.

De repente, clavando los ojos en don Quintín, lanzó sobre el pobre vejete toda la envidia acumulada en sus cuarenta y muchos años de deslices, caídas por capricho y complacencias cobradas muy barato para poder vivir. ¿No era irritante que algunas compañeras suyas hubiesen hallado imbéciles que de buenas a primeras les pusieron coche, y ella, con haber rodado tanto, viera llegar la vejez sin pan y sin lumbre?

Los que jugaban le dieron barato, y aun los que no jugaban. Cogió la hucha de la vieja treinta reales, y más rica y más alegre que una Pascua de Flores, antecogió sus corderas y fuése en casa del señor Teniente, quedando que otro día volvería con su manada a dar contento a aquellos tan liberales señores.

Pero las necesidades de la concurrencia mercantil, el deseo de producir barato, aunque fuese malo, obligaba a apresurar el envejecimiento del vino, poniéndolo al sol para acelerar su evaporación.

Cuando le trajeron estaba algo amarillo, tenía su poquito de miedo; pero apenas entró, ¡como el pez en el agua!... Si le dejásemos, cobraría el barato. Quiere ser el jefe, le disputa el cartel al Machaco: las echa de matoncillo... Maltrana, mirando a su hermano con repugnancia, siguió reconviniéndole.

No seré yo, que me he rescatado dijo el Cojuelo , si no es que me llaman a pregones del infierno por el quebrantamiento de la redoma; pero aquél es un garitero que ha dado esta noche ciento y cincuenta barajas, y se ha endiablado de cólera porque no le han pagado ninguna y se van los actores y los reos con las costas en el cuerpo, tras una pendencia de barato sobre uno que juzgó mal una suerte, y los mete en paz aquella música que dan a cuatro voces en esotra calle unos criados de un señor a una mujer de un sastre que ha jurado que los ha de coser a puñaladas .

Era crueldad expresarse así, y debía mi señora doña Bárbara considerar que allá se iban compras con compras y manías con manías. Y no paró aquí el réspice, pues a renglón seguido vino esta observación, que dejó helada a la infeliz Jacinta: «Doy de barato que ese muñeco sea mi nieto.

Con los treinta mil reales de pensión viviría desahogadamente en un pueblo barato como aquél, si no fuese porque sus hijas estaban dotadas de cierta fantasía poética que las impulsaba a preferir los sombreros de Madrid a los que hacía Rita, la sombrerera de la calle de San Joaquín, y los guantes de ocho botones a los de cuatro.

¿Quiérenme dar barato, ceñores? dijo Preciosa, que, como gitana, hablaba ceceoso, y esto es artificio en ellas; que no naturaleza. A la voz de Preciosa, y a su rostro, dejaron los que jugaban el juego, y el paseo los paseantes, y los unos y los otros acudieron a la reja por verla, que ya tenían noticia della, y dijeron: Entren, entren las gitanillas; que aquí les daremos barato.

Palabra del Dia

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