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Actualizado: 12 de mayo de 2025
En el mismo mes, conversando con Pascual, cacique del otro lado del rio Bueno, delante de Tomas Silva, vecino de esta plaza, me dió las mismas señas que los anteriores; y expuso que cerca de su casa hay un cerro bajo ó loma, de donde no solo se divisa la ciudad, sino hasta la ropa blanca que lavan, y bajado este cerro, habrá cuatro leguas de distancia por el pedregal ó orilla de la laguna.
¡Las latas que me dan estos muchachos exclamó Maltrana y las que me darán, para evitarse el pago de un maestro!... Han bajado en Tenerife únicamente para comprar libros españoles, y pasan las horas con ellos, rumiando las breves lecciones tomadas en Berlín.
Apartada de él, sobre un poco de rescoldo y en una trébede se aparecía una olla, exhalando a través de la rota y agujereada tapadera espesos y olorosos vapores, con no sé qué de restaurante, lo cual produjo en las narices de don Paco sensación muy grata, porque con tanto andar se le había bajado a los pies el almuerzo.
No hay allí recursos de ninguna clase; muchas veces he bajado, y viendo huevos frescos, he querido adquirirlos a cualquier precio. Con una calma desesperante, con apatía increíble, contestan: «No son para vender», y es necesario renunciar a toda resistencia, porque el dinero no tiene atractivo para esa gente sin necesidades.
Había yo bajado un día al valle para subir por la otra pendiente á los pastos de una meseta, en cuyo centro había divisado las aguas de una laguna. Había dejado detrás de mí, sin detenerme en ella, una chocilla húmeda rodeada por algunos alisos, y seguía con decidido paso un sendero indicado vagamente por pasos de animales á la orilla de una corriente rápida.
»Viendo que no podía dormir, esta mañana me he levantado a las siete y he bajado cuando el doctor salía del cuarto de su hija. Casi no me ha visto. Parece dominado por una idea fija y en seis semanas no ha añadido una palabra al diario en que siempre ha apuntado los sucesos culminantes de su vida.
Por eso, y por ser hijo de quien es, nos alegramos tanto de hallarle aquí. Además, yo le conocí a usted así de chiquitín. ¡Canástoles con el estirón que ha dado desde entonces acá! Hablando, hablando, se supo que el padre y la hija habían salido de Peleches a las seis de la tarde y bajado por la Costanilla.
Quiso avanzar más para escuchar la conversación que se le escapaba por haber bajado la voz los interlocutores, pero uno de los perros que allí estaban lo olfateó y se puso a ladrar. Entonces no tuvo más remedio que descubrirse, fingir que llegaba en aquel momento haciendo de tripas corazón, sonreír y dirigir palabras amables a aquellos traidores.
Extraño muchísimo los razonamientos de usted en el día de hoy. ¡Qué diferentes de lo que eran antes! ¿Qué cambio ha habido en V.? Seré yo víctima de un error, y en virtud de ese error daré malos consejos y tomaré funestas resoluciones; pero usted lo sabía tiempo há, y nada había dicho en contra cuando no había aún compromiso alguno contraído. ¿Cómo ha venido de pronto á hacerse patente á los ojos de V. ese error, que antes no percibía? ¿Qué luz del cielo le ha ilustrado á V. el alma? ¿Qué santo ó qué ángel bendito ha bajado á la tierra á descubrir á V. lo bueno y á distinguirlo de lo malo?
El Capellán acude, y levanta el desfallecido cuerpo del Caballero. El hijo, más tardo por miedo o desamor, se acerca también y le ayuda. Casi en brazos le sacan de la capilla. Don Juan Manuel, en la puerta los hace detener y se arrodilla. ¡Abierta queda mi sepultura!... ¡Maldito quien intente poner la losa antes de haber bajado yo a la cueva! ¡María Soledad, espérame!
Palabra del Dia
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