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¡Ah! no todos: que si bien es verdad que los bárbaros del Norte la respetaron hace quince siglos, no es menos cierto que los franceses del siglo XIX quemaron y destruyeron sus alcázares y templos. De cualquier modo, Toledo ha sido la ciudad bien amada de los siglos.

La divina canción. La muchachita de Jerusalén. Siona entre los bárbaros. Mujercitas. La señora Jardincito. Túnez la Blanca. La famosa comedianta. Trenes de lujo. La Carrera. El cetro. El carro del Estado. Allá lejos. Al revés. En rada. En familia. Las hermanas Vatard. Apuntes parisienses. El demonio de la vida. Humos en el campo. Las sanguijuelas. El viejo calavera. Afrodita.

Hasta las colonias de plantas extrañas á la naturaleza libre, son respetadas, al menos por algún tiempo: sobre una cornisa de tierra rebajada que ha quedado suspendida al flanco de la ribera, veo balancearse las cañas flexibles de una mata de avena, humilde colonia de esclavos fugitivos aventurados en un mundo de libres héroes bárbaros.

Nosotros tenemos también que sacudir algo á modo de yugo, que no me atrevo á condenar ni por de bárbaros ni por hediondo; pero que calificaré de pesado y de vergonzoso, y que nos convertirá en Nación-Job, si hemos de seguir sufriéndole.

Los bárbaros, somos nosotros, que en vez de buscar hombres que nos den de comer, pagamos tributo á los caballeros garçones y á los cubiletes de buen tono. Pero no, no eres bárbara que me sigues, como la sombra al cuerpo: el bárbaro soy yo.

La veía blanca, con sus adorables redondeces y sus ojos tímidos y bajos, que parecían ocultar como un pecado el negro ardor de sus pupilas. ¡Dejarla! ¡no verla más!... ¡Y ella iba a ser de uno de aquellos bárbaros, que profanarían su belleza usándola en las faenas del campo, convirtiéndola poco a poco en una bestia agrícola, negra, callosa y arrugada!...

Si nació entre bárbaros, ¿cómo no la rechazaron las naciones cultas? Diréis que fué una necesidad social, y que su orígen está en la misma cuna de la sociedad.

Ignoro si saldrá de los hijos del Cáucaso, de los agrestes y bárbaros Kalmukos; pero creo que no ha de salir de los franceses. Paris es una vieja que se mira al espejo, se ve el rostro lleno de arrugas y de lacras, y coge compotas, coge menjunges, coge untos, y se adoba y se alisa la cara, como el albañil alisa una pared.

De aquí la rareza entonces de la verdadera mujer y el mágico y portentoso efecto que producía en el alma de guerreros bárbaros y briosos, avezados a ver hembras solamente.

Sólo te pido, ahogando mis lamentos, por la misma crueldad con que condenas un débil sér á bárbaros tormentos, que en arrojes dolor á manos llenas, porque nunca me falten pensamientos para cantar tus obras y mis penas. Hija, ¿qué te diria que fuera de mi amor vivo traslado?... Dos palabras no más; oye: ¡hija mía! ¿Es poco?... Al escribirlas he llorado.