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Sonreían las señoras reconociendo los encantos de este lugar vedado, y hasta encontraban cierta distinción exótica a algunas de aquellas rubias que sólo habían visto de lejos en la cubierta y ahora ocupaban las mesas inmediatas. Esta proximidad parecía añadir un nuevo placer a su audaz entrada en el fumadero. «El mar es el mar...» Cuando llegasen a tierra ni se acordarían de tal promiscuidad.

Allá en los verdes años de su galana adolescencia, amó con bravura y firmeza de corazón a un bello aventurero romántico y audaz, que se fué hacia las tierras fecundas del sol, nauta de lo imprevisto, conquistador de la casualidad.

Este es un momento solemne y crítico en la historia de todos los pueblos pastores de la República Argentina; hay en todos ellos un día en que por necesidad de apoyo exterior, o por el temor que ya inspira un hombre audaz, se le elige comandante de campaña. Es éste el caballo de los griegos que los troyanos se apresuran a introducir en la ciudad.

Hay quien dice que el dinero bilbaíno es más valiente que el dinero de otras ciudades españolas. Yo no creo gran cosa en la antropología del dinero. En un caso particular, el dinero puede ser más o menos audaz o más o menos timorato; pero, colectivamente, no hay calidades en el dinero: no hay más que cantidad. El dinero de un pueblo no es cobarde ni es valiente, sino que es poco o mucho.

Y sin embargo, en las minas y en las fábricas todo el que trabajaba sentía un sordo rencor, una ira reconcentrada, un anhelo irritado de justicia, como si á todas horas fuesen víctimas de un robo audaz, de un despojo inhumano.

Entre las medidas rigurosas tomadas por él, para no ser descubiertos, habia dictado una ley, la cual mandaba que fueran enterrados vivos todos aquellos que, bajo cualquier pretesto, llegasen á ponerse en contacto con los habitantes de Aten; así es que pudieron vivir ignorados por tan largo tiempo, sin que nadie fuese tan imprudente y audaz para quebrantar una ley de esta naturaleza, y cuya infraccion traia en pos tan horribles consecuencias.

El deseo de llegar cuanto antes a este final apetecido era lo que le hacía audaz y acallaba sus temores de una probable ruina. Los que le habían conocido en otros tiempos asombrábanse por el cambio radical de su carácter. Su tío don Juan no hablaba ya con él. Un día dio por roto el parentesco, faltándole poco para que pegara a su sobrino.

En el café, en los círculos todos, se referían maravillosos cuentos, como los de magia. Aquí un pobrete audaz había redondeado colosal ganancia en pocos meses. Allá una idea feliz, engendrando el más pingüe de los negocios, había hecho poderoso al que un año antes era mendigo.

Algunos minutos después, madama Scott, miss Percival, el cura y el oficial, tomaban asiento alrededor de la mesa del presbiterio; luego, con mucha rapidez, gracias a la sorpresa y originalidad del encuentro, gracias, sobre todo, al buen humor y alegría algo audaz de Bettina, la conversación tomaba el giro de la más franca y cordial familiaridad.

Mil veces le había oído decir que ninguna mujer le había gustado tanto en la vida. Luego, era un hombre audaz, no conocía la vergüenza; lo mismo le importaba recibir una injuria ó una bofetada que beberse una copa de vino... Ella, claro que no se iba á enamorar de semejante asqueroso; ¡pero las mujeres son tan bestias! En cuanto las adulan se vuelven jalea.