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Actualizado: 1 de junio de 2025
Cierto que todas las tardes paseamos en el jardín; pero no solos, como usted dice, Luisa. Don Carlos y doña Gabriela van detrás de nosotros, y Pepillo nos hace compañía.... Sí, Pepillo; como quien dice: el «bufón del Rey...» ¿Sabe usted cómo le llama éste a Pepillo, a su cuñadito de usted?.... No. ¡Rigoleto! Las chicas se echaron a reír. Estábamos en el atrio de la Parroquia.
64 Aquel mismo día santificó el rey el medio del atrio que [estaba] delante de la Casa del SE
Esta amenaza había quebrantado su fe en la victoria y le tenía en perpetua angustia. ¡Ay! ¡con tal que los americanos llegasen antes y en cantidades enormes!... Por deber mentía descaradamente ante los amigos que le rodeaban en el atrio solicitando sus opiniones de hombre de guerra. Triunfaremos; y Guillermo tendrá que pegarse un tiro.
Cuando ella deseaba venir á la iglesia, tenía que obligarle á que se marchase por una hora ó dos al atrio del Casino con sus compañeros de armas. ¡Las visitas del joven inválido representaban tanto para Alicia!... Eran como una caridad. Me forjo la ilusión de que es mi hijo. Sus pocos años y su uniforme ayudan á este engaño.
8 Además hizo diez mesas y las puso en el templo, cinco a la mano derecha, y cinco a la izquierda; igualmente hizo cien tazones de oro. 9 A más de esto hizo el atrio de los sacerdotes, y el gran atrio, y las portadas del atrio, y cubrió las puertas de ellas de bronce. 10 Y asentó el mar al lado derecho hacia el oriente, enfrente del mediodía.
Gigantescos naranjos seculares, cuajados de rojas naranjas, sombreaban la especie de atrio ó compás en que habíamos entrado. Sus ramas subían hasta los arcos de un elegante mirador que teníamos enfrente y que sirve de fachada al único piso alto de un modesto aunque decoroso edificio.
En el atrio, un mendigo se le aproximó, con esa solicitud de todos los parásitos que viven á la sombra de un monumento frecuentado por viajeros. De una barraca, situada junto á la escalinata, en la que se vendían fotografías y objetos piadosos, salieron corriendo dos chicuelas para ofrecerse igualmente. ¿El señor deseaba ver la casa de San Ignacio?...
Igual he pensado yo.... Si algo me consolaba en aquella soledad lúgubre era el recordar cosas de la niñez. ¡Y las veía tan claras cuando pasaba por los sitios donde solíamos jugar, por el sitio donde estuvo la escuela, por el atrio de la iglesia y el puente, y casa del tío Roque el herrero...!
Habíase vuelto muy indulgente con los demás, al par que severo consigo mismo. Al pisar el atrio de Ulloa notaba una impresión singularísima.
Sus pasos resonaron en el templo vacío. Afuera, el sol de mediodía iluminaba el espacioso atrio y la fachada de los edificios vecinos. Todavía formaban corrillos los mozos que acuden para ver salir de misa a las muchachas. Uno de ellos, viéndole pasar, le palmeó amigablemente. Muñoz, abrumado, ni siquiera le miró.
Palabra del Dia
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