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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Bien, ¿y tú? respondió García mirándole cada vez con mayor sorpresa. ¿Yo...? ¡Divinamente! Y se sentó frente a él y le clavó una larga mirada insistente y dura. Desde que hago una vida más higiénica añadió me encuentro perfectamente. Ya no paso las tardes en el café, como antes; ahora me dedico a dar paseos entre los árboles, buscando atmósfera más pura.
A medida que se va acercando á la gran ciudad industrial, el arroyo se llena de impurezas. Las aguas de las casas inmediatas se mezclan á su curso; viscosidades de todos los colores alteran su transparencia, repugnantes haces llenan sus orillas cenagosas y cuando el sol las seca un olor fétido se esparce por la atmósfera.
Influencia de la duración del día.= Por último, la temperatura de un día depende también del tiempo durante el cual ejercen los rayos solares su acción sobre la atmósfera y el suelo. En una palabra, depende de la extensión del día.
Como un inmenso murmullo de marea, todas las bocas confirmaron a coro: Amén. La reina se levantó, y se sentó en el trono, junto al rey, resplandeciendo de santidad y de hermosura. Y en la atmósfera vibró un coro de invisibles ángeles, mientras se retiraban lentamente el gran inquisidor de Felipe II y sus demás acompañantes, de vuelta al palacio de la calle del rey Francisco.
A los pocos pasos se desgarró la atmósfera en ondas tumultuosas. Los dos vacilaron sobre los pies, mientras zumbaban sus oídos y creían sentir en la nuca la impresión de un golpe. Se les ocurrió al mismo tiempo que ya habían empezado á tirar los alemanes. Pero eran los suyos los que tiraban. Una vedija de humo surgió del bosque, á una docena de metros, disolviéndose instantáneamente.
Mi impresión, al descender a tierra, solo, sin conocer a nadie, en medio de aquella atmósfera pestilencial, fue la más desagradable que he sentido en todos mis viajes. A los diez minutos tuve el ímpetu de volverme a bordo, instalarme de nuevo en mi cabina y seguir a los pocos días viaje para Europa.
Doble era la altura de la montaña; llegaba entonces su vértice á aquella región en que está tan enrarecida la atmósfera, que ni aun puedo sostenerse en ella el ala del águila.
¿Eran posibles más desgracias?... Sí, aún quedaban otras. En aquella barraca, ni las bestias se libraban de la atmósfera envenenada de odio que parecía flotar sobre su techumbre.
Daos prisa más bien a imaginaros lo que no digo de la voluptuosidad y belleza de las mujeres que nacen bajo un cielo de fuego, y que, desfallecidas, van a la siesta a reclinarse muellemente bajo la sombra de los mirtos y laureles, a dormirse embriagadas por las esencias que ahogan al que no está habituado a aquella atmósfera.
Ya oía las notas bajas á semejanza del viento que se calma como para reposarse; ya se elevaba con los sonidos, como si ascendiera por gradaciones progresivas, ora suaves, ya fuertes, hasta que el volumen de la voz parecía envolverla en una atmósfera de respetuoso temor y solemne grandeza.
Palabra del Dia
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