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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Me asombro de mi necedad. ¡Oh! Mi hijo no puede casarse con tal chiquilla... La condesa la reclama, la llama su hija, desbarata la admirable trama de la familia para asegurar el porvenir de la hija y poner un velo al deshonor de la madre. La condesa la reclama... ¿Qué nombre llevará?

Esta se ruborizó de golpe por la idea sola de aproximarse a la marquesa. ¡Qué minuto de asombro y congoja dulce! Después el marqués viudo habló algo de los graves sucesos políticos del día; pero a Isidora le importaba poco que se llevara el diablo a todos los políticos y no se enteró de nada. Cuando se quedó sola, ¡qué cosas pensó y dijo!

En seguida, sin dar tiempo a don Modesto para volver en de su asombro, el duque se dirigió a la familia, a quien había mandado convocar, con el objeto de acreditarle su gratitud, y dejarles una memoria.

Había que aceptar todos los caprichos de una realidad que parecía complacerse en provocar su asombro, ofreciéndole maravillosas semejanzas.

El buen don Roque era toda una hormiguita aprovechada, y así no fué extraño que con gran asombro de muchos le vieran en poco tiempo dueño de fincas, con criados, caballos y lleno de grandes comodidades.

Yo soy «gallardista», ¿sabe usté?... Yo le he aplaudió más veses que usté pué figurarse. Le he visto en Seviya, en Jaén, en Córdoba... en muchos sitios. Gallardo se asombró de esto. Pero ¿cómo podía él, que llevaba a sus talones un verdadero ejército de perseguidores, asistir tranquilamente a las corridas de toros?... El Plumitas sonrió con expresión de superioridad. ¡Bah! Yo voy aonde quiero.

Siempre he dicho lo mismo, señora prosiguió lord Gray , y no ceso de repetirlo a mis paisanos. Y no digo nada cuando quieren echársela de guerreros y dan al viento el estandarte con el gato montés que ellos llaman leopardo. Aquí en España me ha llenado de asombro el ver que mis paisanos han ganado batallas.

Y puso al catedrático sobre su pecho, aposentándolo en el bolsillo superior de su chaqueta, donde antes guardaba el pañuelo perfumado que había sido el asombro de las damas masculinas en el palacio del gobierno.

El asombro de aquel hombre parecía sincero. ¿Había mentido, pues, la nihilista? ¿Y por qué? ¿Qué motivo podía haberla impulsado a confesar una cosa que tenía que ser perjudicial para su reputación? Y aun en el caso de que, rebelde a todas las preocupaciones, no le importara lo que se dijera de ella, era necesario, para que mintiera así, que persiguiese algún propósito.

Y descuidando un negocio cuya muerte veía próxima, tranquilo ante el porvenir, pues poseía una fortuna de la que se hablaba con asombro en el pueblo, no tuvo otra ocupación que cuidarse de Luisillo y admirar sus progresos.

Palabra del Dia

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