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Actualizado: 10 de junio de 2025


No puede articular más que estas palabras: ¿Qué te he hecho? ¿Qué te he hecho? Las repite dos veces, tres veces; las repite infinitamente. ¿Qué más puede decir? Toda su ternura y todo su dolor están ahí. Juan no responde nada. Se sienta en el banco y hunde las dos manos en sus cabellos incultos.

El cochero, confuso e irritado a la vez, le miró de un modo indefinible. Sus labios se movieron como para decir algo; mas al fin salió de la estancia sin articular palabra. #Precipitación.#

Se creyó que era un síncope producido por la fatiga. Transportósela a su cama, donde luego, merced a los cuidados de Cecilia, recobró el conocimiento. Pero no la facultad de hablar. La infeliz señora no pudo ya articular palabra. Así estuvo dos días, sin que los esfuerzos de don Rufo, ni los de otro médico que llegó de Lancia, lograsen poner en movimiento aquella lengua, que se había paralizado.

Por fin, habiendo hecho evidentemente todos los esfuerzos para articular una palabra y no habiéndolo podido conseguir, agarró al gitano por un brazo, y con el extremo de su anteojo, que temblaba en su mano de un modo espantoso, le designó un punto blanco que se advertía a la entrada del golfo. ¡Y bien! ¿qué es eso? preguntó el réprobo.

Terribles son los actos publicos. ¡Como se cortan los brios, como enmudecen las lenguas, y se estrechan los corazones en ellos! ¿Puedese considerar en el mundo gente tan idiota y que tanto yerre como los farsantes? No, por cierto; pues hombres muy entendidos y cortesanos se burlan en su presencia, y apenas tiene animo para articular las vozes.

Fáltale el aliento, no puede articular palabra, y cae desmayado á sus plantas. Cunegunda se cae sobre el canapé: la vieja los inunda en aguas de olor; vuelven en , se hablan; primero en voces interrumpidas, en preguntas y respuestas que no se dan vado unas á otras, en suspiros, lágrimas y gritos.

Clara estuvo un momento sin poder articular palabra. La repentina noticia la turbó tanto, que no se atrevió á preguntar más. Hermana prosiguió la devota, ¡qué muchachos los del dial! ¡Qué horrible corrupción! Ese joven debe ser un monstruo. Pero ¡ay! debemos tener compasión con los delincuentes que yerran. No es que crea yo, como Orígenes, que hasta el diablo se ha de salvar.

La niña separó un poco las manos, y dejó escapar con cierta entonación colérica, pero adorable, estas palabras, que fueron cortadas inmediatamente por los sollozos: ¡Soñabas la verdad, ingrato! El marqués de Peñalta, loco, perdido, queriendo salírsele el alma por la boca, la estrechó entre sus brazos, sin poder articular una palabra.

Anonadado por la terrible fatalidad, llevose la mano a la frente y, sin poder articular una sola palabra, una sola exclamación, saludó a don Alonso y volvió a encerrarse en su aposento. De ordinario, cuando la reunión comenzaba, hacía ya varias horas que don Alonso Blázquez se hallaba instalado en su sillón predilecto, frente a don Íñigo, platicando sin tregua.

«Te pondré interno en un colegio». Mariano hizo con los dedos una señal que quería decir: «Me escaparé». «No te escaparás. ¿Piensas que vas a lidiar con bobos? Hay un maestro muy rígido. De la bofetada que le pego dijo Mariano pudiendo ya articular algunas palabras , va volando al tejado. ¡Fanfarrón!...». En la sala, la cena parecía tocar a su fin.

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