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Actualizado: 9 de julio de 2025
Crea vuecencia, señor don Andrés, que, aunque yo tuviera vocación de monja, la perdería si imaginase que era para huir de peligros que desprecio y que me siento capaz de arrostrar con el mayor denuedo.
Había ido al Casino para asistir á un concierto clásico, osando arrostrar la curiosidad obsequiosa de los empleados y el miedo á tropezarse con algunas de sus antiguas amistades.
Su exesiva indigencia, haciéndoles arrostrar á veces los mayores peligros, los induce á salir á la caza de tigres, con cuya carne se alimentan: con este mismo fin persiguen cruelmente á los caimanes.
Y cuando, finalmente, aparecía Batiste, gritaban los pequeños de alegría, sonreía Teresa limpiándose los ojos, salía la hija á abrazar al pare, y hasta el perro saltaba junto á él, husmeándolo con inquietud, como si olfatease en su persona el peligro que acababa de arrostrar.
A la quinta, en la mañana del día tercero, Rafaela se puso fuera de sí, perdió toda su circunspección, desechó recelos, resolvió arrostrar cualquier peligro que sobreviniese y contestó al gaucho, sin rasgar el papel, aunque bien pudiera decirse, citando el antiguo romance, que le escribió: Con tanta cólera y rabia, que donde pone la pluma el delgado papel rasga.
Algunos muchachos terribles, que habían de entrar en casa antes de las diez, so pena de arrostrar la indignación de los padres, se declaraban rabiosos socialistas y asustaban a los bedeles, maldiciendo la propiedad sin perjuicio de proponerse tan pronto como terminasen la carrera conseguir una notaría o un registro.
Había perdido ya la dura inmovilidad con que acababa de arrostrar este momento de emoción. Se sentía muy segura de su triunfo. Y deseosa de asombrar á los curiosos con una calma imperturbable, sacó de su bolso una cigarrera de oro, una larga boquilla de marfil, y empezó á fumar. Después de este primer éxito, el pianista jugó con cierta autoridad.
Hallándose Ester dotada de una naturaleza impetuosa y dejándose llevar de su primer impulso, había resuelto arrostrar el desprecio público, por emponzoñados que fueran sus dardos y crueles sus insultos; pero en el solemne silencio de aquella multitud había algo tan terrible, que hubiera preferido ver esos rostros rígidos y severos descompuestos por las burlas y sarcasmos de que ella hubiese sido el objeto; y si en medio de aquella muchedumbre hubiera estallado una carcajada general, en que hombres, mujeres, y hasta los niños tomaran parte, Ester les habría respondido con amarga y desdeñosa sonrisa.
»Uno hay contestó con emoción; si ama usted a Carlos, si se siente capaz de arrostrar por él la cólera del señor Duque, el desprecio del mundo, las desgracias, la miseria quizás. »Estoy pronta. »¡Pues bien! Yo hago mal, sin duda, dándole semejante consejo... Pero, piensa usted en matarse, y es necesario salvar su alma...
Hasta entonces tenía ella una vaga esperanza de poder preparar el ánimo de doña Inés, a fin de evitar su enojo; pero si esto no se lograba, Juanita estaba decidida, contando con la decisión de don Paco, a arrostrar el enojo de doña Inés y el de todo el mundo y a hacer su gusto casándose, aunque ella, su futuro y su madre tuvieran que abandonar por insufrible el pueblo de Villalegre, perdiendo la posición que en él gozaban.
Palabra del Dia
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