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Actualizado: 11 de junio de 2025


Los de Lorío y Condado á su vista se arrojan con más brío sobre los de Entralgo y Villoria y redoblan su valor y sus esfuerzos.

Pero en el mar... se arrojan los cuerpos en la movible inmensidad, y parece que dejan de existir en el momento de caer; la imaginación no puede seguirlos en su viaje al profundo abismo, y es difícil suponer que estén en alguna parte estando en el fondo del Océano.

«Antes que la noche viniese dice el Lazarillo de Tormes di conmigo en TorrijosCuando yo llego, las blancas fachadas de las casas se sumen en la penumbra; brillan sobre el arroyo débiles franjas de luces que arrojan los portales, y por las callejuelas tortuosas, en todo el pueblo, con clamorosa greguería de gruñidos graves, agudos, suplicadores, iracundos, corren los cerdos...

El vapor de agua asciende así por toda la masa aérea, hasta por encima de los ardientes desiertos, donde en cientos de leguas no corre ni un sólo hilo de agua; sube á los límites extremos del océano atmosférico, á sesenta kilómetros de altura sobre la superficie del mar, y, sin duda, una parte de este vapor halla también camino hacia otros sistemas planetarios porque los bólidos que atraviesan los cielos estrellados formando flechas luminosas y arrojan sus chispas sobre el suelo, deben, en cambio, llevarse consigo un poco de aire húmedo que oxide su superficie.

Porque, como los pareceres de los hombres están casi siempre regidos por la fuerza de las pasiones, tienen mas mudanzas que el mar ó que la luna, i del mismo modo que arrojan en el polvo todo lo que no camina ajustado á sus opiniones; ponen sobre las estrellas cuanto viene á conformarse con su natural i condicion.

En el centro de la cordillera tienen casas mayores, de tabla de pino, que labran toscamente con una especie de cuchillo de dos cortes que llaman talivong y bujías, el cual les sirve de arma. Usan también como ofensivas la lanza, que arrojan con gran acierto, y las flechas, en cuyo manejo son poco diestros y no alcanzan en esto á los negritos.

; donde se enamoran, donde enloquecen, como si no hubiera en el mundo más hombre que él, ni más mujer que ella; ¡oh! tembláis de cólera y de celos; yo también tiemblo de celos y de desesperación; mirad, mis ojos arrojan fuego, mi aliento silba, mi cabeza se pierde... porque la amo... la amo... y quiero... quiero venganza. Doña Clara no le escuchaba. Buscaba apresuradamente un objeto.

Se me juzga frívola, caprichosa... y corrompida; se multiplican mis amantes, se citan mis extravagancias y se me arrojan al rostro infinidad de flaquezas... Quizá tengan razón: todo cuanto malo hice en mi vida, procuré que fuese pronto sabido del público; en vez de ocultar las faltas con artificio, procuré arrojarlas a la murmuración. ¿Y esto sabes por qué lo hacía?... ¡Pues en el fondo era para vengarme del escaso placer que me causaban!

Por las mejillas del viejo linajudo ruedan dos lágrimas que se pierden en la nieve de su barba. Los mendigos y los criados se arrojan sobre la puerta. ¡Tengan ley de Dios! ¡Dadme un hacha! ¡Tengan ley de Dios! ¡Poned fuego a la casa por sus cuatro esquinas! ¡Perezcan entre llamas los hijos del Infierno! ¡No hay ley de Dios! ¡No hay ley de Dios! De pronto cesa el clamor.

Es de aspecto repugnante y de una ferocidad extremada, teniendo especial predilección por los perros, á los que acecha en el momento que los siente próximos. Algunos indios cazan el caimán en su propio elemento: para ésto se arrojan al agua armados de un fuerte bolo y de un trozo de madera dura afilado por los dos extremos.

Palabra del Dia

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