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Actualizado: 28 de junio de 2025


Efectivamente, aquel castillo de argamasa aislado y obscuro, sin más comunicación con lo exterior que la puerta de entrada, flanqueado con sus cuatro torres coronadas de almenas, semejantes á pirámides de cementerios, parece un gran ataúd. Está estrechamente rodeado de olivos que le cercan apiñados, como para enterrarlo.

La virtud es también una fuerza. Saliendo del pueblo de Dos Hermanas en dirección á Sevilla, vense á la izquierda olivares, que se prolongan en línea recta, y que al internarse, se alzan sobre un cerro dilatado, aunque de poca altura. aquí el hecho que le valió el nombre. Mucho tiempo se mantuvo encerrado entre sus muros de argamasa, como el león en su jaula de hierro.

Venia esta encauzada en conductos de fortísima argamasa, embovedados, de tres piés de anchura, y revestidos por dentro de un betun fino y duro como escayola dado de bermellon. Morales que lo reconoció dice que esta costra de betun conservaba el color del bermellon tan vivo como el dia que allí se puso.

La basílica de S. Salvador de Oviedo, restaurada por D. Alonso el Casto, y construida de piedra y cal, excita sin embargo la admiracion del monge de Albelda y del obispo D. Sebastian, y Ambrosio de Morales nos asegura que aun duraban en su tiempo algunos pequeños trechos del suelo, que eran labrados de un mosáico de piedras diversas encajadas en la argamasa, y algo basto, mas muy firme y vistoso.

De cavilación en cavilación, dejó llegar la noche sin salir de la cuadra. Dos horas después de cenar, díjole al paje: Puedes irte a dormir. ¿No ha oído vuesa merced preguntó el muchacho algo así como un rechinar de eslabones en la estancia vecina y unos golpecillos como de huesos? Estarase alguno robando la argamasa del muro.

En el centro mismo del límite meridional de la alta planicie que domina la llanura, hay un hueco cubierto de espesa maleza, como indicio de haber existido allí alguna puerta, y desde este punto de la esplanada parte recta al mediodia por lo bajo de la campiña una especie de calzada que finaliza en un objeto informe de fábrica de argamasa y mampostería, pié tal vez de algun robusto torreon de entrada. ¿Sería este por ventura vestigio de aquella segunda puerta de entrada al alcázar árabe, por donde pasaron á caballo D. Ordoño y su introductor Ibn Talmís? ¿Sería aquella otra brecha que hemos visto en el declive meridional de la plaza rectangular la subida á la plataforma donde se apeó el rey destronado? ¿Ó sería mas bien esta misma plaza aquel famoso terrado de los tres pabellones donde tantas cosas memorables acaecieron?... Ultimamente, aquella singular planicie, obra evidente de los hombres y no de la naturaleza, ¿es un mero terraplen, ó es el resultado de un hundimiento que conserve quizá intacta la planta baja de alguna construccion palaciana? ¿Quién podrá hoy saberlo?

No eran en efecto todos los muzlimes que habian quedado en la villa útiles como artífices, cual podian serlo los albañiles, carpinteros y aserradores; pero, ¿cómo no disculpar en cierto modo pasiones por otra parte fecundas en gloriosas hazañas, en una época en que el celo religioso era tan activo, y en que aun vivia el recuerdo de los dias de llanto y luto, durante los cuales el mas altivo burlador de la humanidad y del cristianismo habia dado por cimiento al ensanche de la Aljama argamasa remojada con lágrimas, sudor y sangre, de cautivos gallegos y leoneses ? Cuéntase que el mismo S. Fernando, recien purificada la mezquita, hizo restituir á la catedral de Santiago, en hombros de infieles, las campanas que Almanzor habia hecho llevar á Córdoba en hombros de cristianos.

Un leve ruido de ramas tronchadas, una ondulación casi imperceptible del matorral, le llenaron de salvaje alegría. Había alcanzado al enemigo indudablemente, y en su satisfacción, se llevó una mano a la cabeza para convencerse de que no estaba herido. Al pasarla después por su cara cayó de sus mejillas y sus cejas algo menudo y granujiento. No era sangre: era tierra, polvo de argamasa.

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