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Actualizado: 8 de junio de 2025
El mismo Fray Juan de Santarén hubo de entusiasmarse y dijo que, dejando por lo pronto los medios de persuasión, hasta que aprendiese él con facilidad alguna de las lenguas que por allí se hablaban, empuñaría un arcabuz y transmitiría así sus creencias a los infieles por medio de terribles lenguas de fuego.
Al comenzar la escena, es ésta un paraje agreste, montañoso, oyéndose dentro tiros de arcabuz. Preséntanse Don Mendo y su hija Violante, perseguidos por salteadores, y, cuando están á punto de sucumbir, aparece Don Lope, capitán de la banda, vestido como los demás ladrones.
El no les disparaba el arcabuz: él les abría los brazos. Y le dio un beso a Guarocuya. Ya en la isla lo conocían todos, y en España hablaban de él.
El Capitan mandó que se emboscasen Los once de á caballo, hasta tanto Que los alegres bárbaros llegasen A tiro de arcabuz, porque de espanto De ver á los caballos, no tornasen: Y el Capitan se puso al otro canto Con sus arcabuceros, atendiendo Se fuese el enemigo introduciendo.
Felipe III estaba ocupado en examinar con su montero mayor una magnífica escopeta de dos cañones que acababa de regalarle respetuosamente la muy noble y leal villa de Eibar. ¡Eh! vienes á tiempo dijo el rey al ver al duque ; tú que eres aficionado, ¿qué te parece este arcabuz de caza? Mira qué llaves, Lerma: una invención, una verdadera invención.
No, caballero insigne; decía que el quijotismo español de hoy se parece al antiguo, como se parece el mulo al caballo. Por lo demás acepto el reto de usted y nos batiremos a la jineta, a pie, con sable, espada, lanza, honda, ballesta, arcabuz, o como usted quiera. Pronto partiré de Cádiz, quizás mañana mismo. Disponga usted de mí cuando guste.
D. Alvaro iba armado de un peto fuerte y una celada, con una rodela acerada, á prueba de arcabuz, y una espada desnuda en la mano; y en llegando á la puerta, dijo que le hacía mal el peto y quitósele.
»Bien habríamos navegado treinta millas, cuando nos amaneció, como tres tiros de arcabuz desviados de tierra, toda la cual vimos desierta y sin nadie que nos descubriese; pero, con todo eso, nos fuimos a fuerza de brazos entrando un poco en la mar, que ya estaba algo más sosegada; y, habiendo entrado casi dos leguas, diose orden que se bogase a cuarteles en tanto que comíamos algo, que iba bien proveída la barca, puesto que los que bogaban dijeron que no era aquél tiempo de tomar reposo alguno, que les diesen de comer los que no bogaban, que ellos no querían soltar los remos de las manos en manera alguna.
No, señor; no habléis en eso, Que vuestra será la culpa: Yo sé la mujer que tengo. ¿A dónde vais? A la puerta. ¡Qué ciego venís, qué ciego! Por aquí habéis de salir. ¿Conoceisme? Yo os prometo Que á no conocer quién sois, Que bajáredes más presto; Mas tomad este arcabuz Ahora, porque os advierto Que hay en el monte ladrones Y que podrán ofenderos Si, como yo, no os conocen; Bajad aprisa.
En aquel país de pájaros y de frutas los hombres eran bellos y amables; pero no eran fuertes. Tenían el pensamiento azul como el cielo, y claro como el arroyo; pero no sabían matar, forrados de hierro, con el arcabuz cargado de pólvora. Con huesos de frutas y con gajos de mamey no se puede atravesar una coraza. Caían, como las plumas y las hojas.
Palabra del Dia
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