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Actualizado: 13 de julio de 2025
Qué remitido escribiría yo, ¡qué remitido! A veces, en la actitud que tomaba al sentarse, y en los golpecitos del periódico sobre la pierna, conocía ella que venía contrariado don Pablo Aquiles. Le has visto, ¿verdad? preguntaba; ¿a que estuvo hoy en el Ministerio? Don Pablo decía que sí.
Y una noche, de repente, Aquiles oyó ruido en su tienda, y vio que era Príamo, el padre de Héctor, que había venido sin que lo vieran, con el dios Mercurio, Príamo, el de la cabeza blanca y la barba blanca, Príamo, que se le arrodilló a los pies, y le besó las manos muchas veces, y le pedía llorando el cadáver de Héctor.
Doña Teresa Burguillos, que así se llamaba la dama, era de formas colosales y bastas; pero tenía en aquellos momentos cierta majestad en su actitud, la cual recordada á Minerva en el momento de detener la mano de Aquiles, pronta á desnudar el terrible acero clásico. El Agamenón de la Covachuela ofrecía un aspecto poco académico en verdad.
Héctor, encanijado y pusilánime, no contó hora de sosiego ni minuto sin quejido. Aquiles, no mucho más esponjado que Héctor, despuntó por místico en cuanto tuvo uso de razón, y emprendió, pocos años después, la carrera eclesiástica.
Quilito se esconde apenas ve gente en casa, y cuando le reprendo, me contesta que él no está para perder su tiempo con vejestorios. Lo que a aquel chiquillo hacía falta, era un padre como don Aquiles, su abuelo, que le arreglara a ordenanza; el látigo es un remedio excelente: con esto y rienda tirante, no hay hijo indócil ni descarriado.
En los mismos tiempos de Homero, el que ganó por fin el sitio, y entró en Troya, no fue Ajax el del escudo, ni Aquiles el de la lanza, ni Diomedes el del carro, sino Ulises, que era el hombre de ingenio, y ponía en paz a los envidiosos, y pensaba pronto, lo que no les ocurría a los demás.
Atónito Pablo Aquiles, no sabía qué responder, temeroso de que sus hermanas se enterasen del escándalo; tuvo, sin embargo, un asomo de energía, cosa rara en él, y dijo a la mujer que se mandara mudar de prisita y en silencio. Lívida, ella chilló: ¿Irme yo? ¡pues no faltaba más! si el mismo derecho de estar en la casa que usted lo tiene mi niño, como que lleva su sangre.
El duque ha tomado por fin mi consejo dijo el general ; se ha separado de la vida pública. Todas las personas de importancia deben en estos tiempos retirarse a sus tiendas, como Aquiles. Pero tío dijo Rafael , ese es el modo de que todo se lo lleva la trampa. Dicen continuó la condesa que el duque se ha dedicado enteramente a la literatura. Está componiendo algo para el teatro.
Del mismo pincel y de la misma época son estos cuatro de este lado: Héctor, Aquiles... ¡Demonio! parece que te voy a hablar del sitio de Troya... Cosas de mi padre.
Si nuestros cañones llegaban a carecer de pólvora, si en sus almas de bronce se extinguía aquella indignación artificial, cuyo resoplido conmueve y trastorna el aire, estremece el suelo y arrasa cuanto encuentra por delante, bien pronto serían tomados por los valientes marinos, y les aguardaba el morir inutilizados por el denigrante clavo, fruslería que destruye un gigante, alfiler que mata a Aquiles.
Palabra del Dia
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