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Actualizado: 2 de junio de 2025
La culpa nuestra bien está probada, Pues de muger sabido ya tenemos, Que no puede regirse por consejo, Pues tiene de razon poco aparejo. Vereis que al parecer muy tiernamente Os aman por extremo sin medida, Y al contrario vereis muy de repente, Que sois la cosa mas aborrecida Que se puede hallar entre la gente. Aquesta usanza bien es conocida.
Cuatro marineros daban la última mano en cada una al arreglo del aparejo, dirigiendo de vez en cuando miradas escrutadoras ora a la ría, bien a las calles que desembocaban en el muelle. Los señores no aparecían y la marea ya había bajado dos pies y medio. Alguno de los marineros expresaba sus impresiones desagradables por la tardanza con un rugido no bastante fashionable.
El Bucentauro, que estaba a nuestra popa, hacía fuego igualmente sobre el Victory y el Temerary, otro poderoso navío inglés. Parecía que el navío de Nelson iba a caer en nuestro poder, porque la artillería del Trinidad le había destrozado el aparejo, y vimos con orgullo que perdía su palo de mesana.
A las cuatro de la tarde se fueron. Este dia, ya un poco restablecido el caballo de lo que se habia enflaquecido en la navegacion, me fuì en él por la costa del mar como seis leguas. A las dos de la tarde dí vuelta, y llegué de noche bordo. Este dia estuve bordo, haciendo componer algunas cosas pertenecientes á su aparejo.
Cuando llegó a él, no pensó siquiera en meterse en el balandro que estaba a dos brazas de la escalerilla: limitose a hacer a Cornias, ocupado en recoger el aparejo a toda prisa, algunas advertencias sobre el particular, y enseguida tomó el camino del Miradorio. Le estaba preocupando a él la cosa aquella desde el momento mismo en que había sucedido.
Los ingleses, validos de la obscuridad de la noche, dispusieron que el navío Soberbio, el más ligero de los que traían, apagara sus luces y se colocara entre nuestros dos hermosos barcos. Así lo hizo: disparó sus dos andanadas, puso su aparejo en facha con mucha presteza, orzando al mismo tiempo para librarse de la contestación.
A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué dalle salto.
Porque, si casa había de haber en reino justamente de dios privilegiada, aquella de razón había de ser, porque no suelen morar donde no hay qué comer. Torna a buscar clavos por la casa y por las paredes y tablillas y a tapárselos. Venida la noche y su reposo, luego era yo puesto en pie con mi aparejo y, cuantos él tapaba de día, destapaba yo de noche.
En medio de la habitación había una mesa pequeña y baja, en la que ardía un velón de cuatro mecheros; junto a la mesa estaban sentados el hermano Gabriel, haciendo sus espuertas de palma; Momo, que remendaba el aparejo de la buena Golondrina, y Manuel, que picaba tabaco.
De poco vale salir empavesado del puerto si el casco no puede con el aparejo... Ya sabes que Cecilia me gustaba... Siento mucho no poder decirte lo mismo de su hermana... Esto no es hablar contra ella. Ni la conozco bastante, ni a mí me corresponde hacerlo; pero puedo y debo decirte mis sentimientos, aunque no hagas caso de ellos... ¡Oh, tío!...
Palabra del Dia
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