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Actualizado: 28 de julio de 2025
Basilio, para no perder de vista á Simoun, quiso fijarse en el cochero, y con asombro reconoció en él al desgraciado que le había conducido á San Diego, á Sinong el apaleado de la Guardia Civil, al mismo que le enteraba en la carcel de cuanto había sucedido en Tianì. Conjeturando que la calle Anloague iba á ser el teatro, allá se dirigió el joven, apresurando el paso y adelantándose á los coches.
Ahora la carromata se detenía otra vez para dejar pasar la procesion, y el cochero apaleado se descubría reverentemente y rezaba un padrenuestro ante la primera imágen en andas que venía y que parecía ser un gran santo. Representaba un anciano de larguísima barba, sentado al borde de una fosa, debajo de un arbol lleno de toda clase de pájaros disecados.
Maravillas se quedó como espantado y sin maldita la gana de sonreírse; Leto aseguraba que lo había hecho sin intención, pero con trazas de darlo por bien hecho a poco que lo pusiera en duda el apaleado; el Ayudante pedía que se le apuntara el golpe a él porque la bola que saltó había sido la de Leto, y los demás coreaban la porfía como lo reclamaba la pintoresca situación... De pronto callaron tirios y troyanos, y se vio a los jugadores arrojar los tacos, abotonarse apresuradamente camisas y chalecos, volverse Leto de espaldas, recoger de encima de una banqueta su americana, y, muy acelerado, embutir el cuerpo en ella.
Porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos; y esto está en la ley del duelo, escrito por palabras expresas: que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella.
Tan á ciegas iban los golpes, que los demás muchachos se apretaban en los bancos, se encogían, escondiendo cada cual la cabeza en el hombro del vecino; y á un chiquitín, el hijo pequeño de Batiste, asustado por el estrépito de la caña, se le fué el cuerpo. Esto amansó al profesor y le hizo recobrar su perdida majestad, mientras el apaleado auditorio se tapaba las narices.
Aquel cautivo primero del primer banco, cuyo rostro le disfigura la sangre que se le ha pegado de los golpes del brazo muerto, soy yo, que servía de espalder en esta galeota; y el otro que está junto a mí es éste mi compañero, no tan sangriento, porque fué menos apaleado.
Llegó, en fin, ya vuelto en su acuerdo, y al llegar, se dejó caer del rucio a los pies de Rocinante, todo ansioso, todo molido y todo apaleado. Apeóse don Quijote para catarle las feridas; pero, como le hallase sano de los pies a la cabeza, con asaz cólera le dijo: ¡Tan en hora mala supistes vos rebuznar, Sancho! Y ¿dónde hallastes vos ser bueno el nombrar la soga en casa del ahorcado?
-Don Quijote de la Mancha -respondió Sancho Panza-, y es caballero aventurero, y de los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se han visto en el mundo. ¿Qué es caballero aventurero? -replicó la moza. ¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? -respondió Sancho Panza-. Pues sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador.
Sinong, el apaleado cochero que le había conducido á San Diego, se encontraba entonces en Manila, le visitaba y le ponía al corriente de todo. Entretanto Simoun había recobrado su salud, al menos así lo dijeron los periódicos.
¡Atrás canalla! gritaba defendiéndose el estafermo . Si le maté a él, haré lo mismo con vosotros, gentuza vengativa y desvergonzada. Y apaleado, pinchado, empujado, arrastrado, fue conducido hacia la puerta como en grotesco triunfo, hasta que condolidos de tanta crueldad, le cargaron a cuestas, llevándole procesionalmente a la ciudad.
Palabra del Dia
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