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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Despues de la capilla que fundó al apóstol Santiago el obispo D. Fernando de Mesa, no hallamos en el período de quince años ninguna otra capilla anterior á la segunda de S. Bartolomé, costeada en 1280 por Martin Muñoz, sobrino del famoso adalid Domingo Muñoz, y contigua á la de su tio por la parte de poniente. No es esto decir que no se hiciese antes en la catedral cosa alguna notable.

Fueron más arriba, abrazaron de una vez la extensa y sombría fachada de la gran casa solariega que, avezada a los golpes del huracán, dormía grave y desdeñosa bajo la intemperie. Contemplola larga, atentamente. Sus ojos brillaron con un fuego de gozo místico. Era la mirada del apóstol, ávida, tierna, clemente. Tal debió ser la expresión que reflejaron los ojos de San Pedro a la vista de Roma.

¿Qué es eso, D. Romualdo? preguntó riendo D. Norberto. ¿Le ha tocado el tres de bastos? , señor; pero me consuela que hay palos para todos. Pues yo no tengo ninguno replicó el cándido presbítero. ¡Otro los recibirá! Hacemos todos lo que podemos; pero no cabe duda que unos pueden más que otros. El P. Gil es un santo, es un apóstol de los primeros tiempos de la Iglesia.

Es poeta elegante y lapidario Cecilio Apóstol, en cuyos números campa serenidad clásica. Bebió el licor ático en búcaro francés, posibles divinos "alfareros" Moreas o Heredia, no nacidos en Francia.

15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su Señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis.

Y el Obispo las iba llamando por rigorosa antigüedad, como en una peluquería, sin tener en cuenta si eran amas o criadas. «Era demasiado hacer el apóstol». Se le dejó. Pronto se vio rodeado nada más de populacho madrugador.

¡Cuánto habría dado el criminal por que cada mirada suya fuera una saeta! Quería despedir muertes por los ojos. Cogió un ladrillo, y apuntando a la por tantos títulos respetabilísima cabeza del apóstol de la Beneficencia oficial, lo disparó con tan funesta puntería, que el buen señor gordo gritó: «¡Carástolis!», y estuvo a punto de caer desvanecido. Testigos respetables dicen que en efecto cayó.

El joven eclesiástico, que había hecho sus estudios en la Universidad de Oxford, donde se conservaba su memoria con respeto, era tenido por sus más ardientes admiradores casi como un apóstol consagrado por el cielo y destinado, si podía trabajar y vivir el término ordinario de la existencia humana, á hacer mucho en beneficio de la Iglesia de la Nueva Inglaterra.

La bella y santa idea de la Fraternidad humana en todas sus aplicaciones debe encontrar en el misionero evangélico su más entusiasta propagandista; y así es como este apóstol logrará llevar a los altares de un Dios de paz a un pueblo dócil, regenerado por el trabajo y por la virtud, al campo y al taller, a un pueblo inspirado por la idea religiosa que le ha impuesto, como una ley santa, la ley del trabajo y de la hermandad.

Entonces, en un momento, desapareció el condenado y aquella terribilísima representación del infierno, y luego le pusieron los ángeles á las puertas de la Celestial Jerusalén, de tal riqueza y hermosura, cual las pinta el apóstol San Juan en su Apocalypsi.

Palabra del Dia

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