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Actualizado: 29 de mayo de 2025


¿Ehhh...? preguntó alarmadísimo el señor Bellido, estirando el pescuezo y asomando las pupilas por encima de las cuadradas antiparras. ¿Cómo que no? ¿Pues no acabamos de hablar mano a mano y como Cristo nos enseña? terció, sofocada, Xuantipa. Yo prefiero no mezclar a mi amigo, el señor Coliñón, en estos asuntos dijo Belarmino.

A sus pies vio Maltrana una numerosa colección de cartillas para ciegos. ¡Quién podría ir al Rastro en busca de tales cosas!... El Ingeniero, percibiendo al través de las negras antiparras una pareja detenida ante su «establecimiento», husmeó al comprador. Un órgano magnífico, caballero; fabricación alemana, y se da regalado. Usted es persona de gusto.

Entonces Quevedo vió frente á él una ventana, y por algunos agujeros de ésta el reflejo de una luz en el interior. Quevedo acercó su semblante y pegó sus antiparras á uno de aquellos agujeros, y el bufón á su lado, se puso asimismo en acecho. En aquel mismo punto dió el reloj del alcázar las tres de la mañana. Un hombre se paseaba en una habitación muy pequeña y harto humildemente alhajada.

Al entrar en el zaguán, Quevedo, que cuando iba á ciertos lugares, especialmente para entrar en ellos no desatendía ninguna circunstancia, y todo lo abrazaba de una mirada rápida, oculta, hasta cierto punto, por el verdoso vidrio de sus antiparras, se detuvo de repente junto al hombre que estaba en la puerta, le dió frente y le dijo encarándosele: ¿Cómo tu aquí?

Volvióse Quevedo, se desembozó, se descubrió echando atrás con gentil donaire la mano que tenía su sombrero, y levantando su ancha frente, dijo fijando el vidrio de sus antiparras en los ojos del duque: ¡Romance! ¡Romance y vuestro! Soltadle, don Francisco, soltadle, que ya me tenéis impaciente.

En un magnífico lecho, que por muchas señales demostraba ser un lecho de mujer, y de mujer galante, hundido en los colchones, medio sepultado en las almohadas, revuelta la cabellera, caladas las antiparras, sosteniendo un libro en folio, leía Quevedo.

El tío Manolillo y yo somos muy antiguos conocidos y tenemos declarada una guerra de chistes. No lo que le dije ni recuerdo qué me contestó; pero es el caso que nuestra conversación se hizo formal. Yo no gasto, como vos, antiparras me dijo ; pero es el caso, hermano don Francisco, que veis más claro que yo. ¿Queréis mirar una cosa que yo os muestre, y decirme qué habéis visto en ella?

Era un vecino, sin duda, puesto que venía con cilíndrico gorrete de andar por casa, muy cochambroso por cierto; nariz minúscula y erisipelosa; antiparras cuadradas; color amarilla; boca circular, desdentada, negra, honda como una sima.

Todo el libro se reducía a una serie de narraciones de aventuras marítimas y terrestres. Mi tía Úrsula se calaba las antiparras y leía con gran detenimiento alguno de estos relatos, y los comentaba. La mayoría eran breves, y estaban redactados en una forma tan amanerada, que yo no me enteraba de su sentido.

Mirad, mirad, y veréis algo que os asombrará. ¿Y cómo miro? ¿creéis acaso que yo tengo la virtud de ver á través de las paredes, como al través del vidrio de mis antiparras? Yo, para observar, he abierto dos agujeros pequeños. Helos aquí. ¡Ah! ¡famosa catalineta real! dijo Quevedo arrimando sus espejuelos á las dos pequeñas perforaciones que le había mostrado el bufón.

Palabra del Dia

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