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La casa estaba en una de las muchas rinconadas de la antigua calle de San Antón. En el portal había una relojería entre cristales, quedando tan poco espacio para la entrada, que los gordos tenían que pasar de medio lado; en el piso bajo y tienda una bollería que inundaba la casa de emanaciones de canela y azúcar.

GOBERNADOR. Todo será menester, según voy viendo, señores Alcalde, Regidor y Escribano. JUAN. Vamos, autor, y manos a la obra; que Juan #Tostado# me llamo, hijo de Antón #Tostado# y de Juana Macha; y no digo más en abono, y seguro que podré ponerme cara a cara y a pie quedo delante del referido Retablo. CHERINOS. Dios lo haga.

De esta faena se encargó Nucha, bajo la dirección de Julián. Con tal motivo, refugiados en la capilla solitaria, no llegaba hasta ellos el barullo del club electoral. Entre el capellán y la señorita desnudaban a San Pedro, peinaban los rizos de la Purísima, ribeteaban el sayal de San Antón, fregoteaban la aureola del Niño Jesús.

Tío Juan, el perito, canturria, con voz atiplada y temblorosa, aires de sus mocedades, y, recordando galantes aventuras, enamora á la disimulada á la mujer de Antón. Ogenio palpa con torpe mano las monedas que le quedan en el bolsillo, y contando por los dedos de la otra, sostiene y jura que ha dado dinero de más á Perales.

El arcediano de Córdoba D. Alfon fué muerto violentamente, y el dean D. Anton Martin publicó que esta muerte se habia hecho por órden del rey. Sintió mucho D. Enrique que se le designase como autor de este atentado, y en venganza mandó quitar la vida al dean.

Veinte años bregó con la fortuna su primo Antón, y, por no morirse de hambre, anda hoy de triste marinero ganando un pedazo de pan por esos mares de Dios.

Llegados a la plaza de Antón Martín pisamos terreno revolucionario: veíase una muchedumbre de paisanos trabajando con afán en levantar una formidable barricada; patrullas y grupos de hombres armados entraban y salían en la plaza por sus bocacalles; las casas estaban fortificadas.

Los retratos y biografías de Antón de Montoro, de los Manriques, de Alvarez Gato, de Pedro Guillén de Segovia, de Sánchez de Badajoz, de Diego de San Pedro y de otros trovadores, están hechos de mano maestra, y aún es más hermosa y tiene mayores atractivos la brillante pintura que hace el Sr.

, hija; pues la menor está tan escuchimizada que parece una lombriz de caño sucio, y la otra es tan pequeñuela y tan gorda como una bolita. Si llega a casarse, a tener hijos y a engordar más, perderá la forma de mujer y se convertirá en cochinillo de San Antón. Pero, dejando esto a un lado, yo no las tengo todas conmigo. Despertaremos la más tremenda envidia y nos pondrán como un regalado trapo.

En el piso principal radicaba una casa de préstamos con farolón a la calle, y en ciertos días había en los balcones ventilación de capas empeñadas. Más arriba los pisos estaban divididos en viviendas estrechas y de poco precio. Había derecha, izquierda y dos interiores. Los vecinos eran de dos clases: mujeres sueltas, o familias que tenían su comercio en el próximo mercado de San Antón.