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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Aquellos infinitos sitios de que había hablado a Carlota eran una piadosa mentira. Quedó inmóvil, con el pensamiento vacío y el corazón apretado. Unas ansias atroces de sollozar le subían del pecho a la garganta amenazando ahogarle. Pero logró tenerlas encerradas: sólo algunas lágrimas brotaron a sus ojos sin darse cuenta hasta que vio la mirada de los transeúntes fijarse con curiosidad en él.

El mágico atractivo de aquella noche poética le produjo una sacudida de gozo: cruzó por su ser un soplo blando y voluptuoso, que le embargó algunos instantes, y en su corazón palpitaron ansias inefables, indefinibles. Volvió los ojos a Rosa y la halló hermosa y serena como el paisaje que tenía delante. Y acometido de súbita ternura hacia ella, la tomó una mano y la estrechó delicadamente.

Después que el ama de la casa le cosió provisionalmente la camisa, y se cubrió con el gabán del médico, mientras Piscis iba a buscar los caballos, salió por los prados de atrae para no ser visto, tanto por la vergüenza que le daba ir vestido con aquel espantoso sayo, como porque creyó escuchar a Valentina, mientras iba con las ansias de la muerte, ciertas palabras pesadas.

¿A obscuras? ¡Maldiga Dios la noche! Y bendiga los farolillos de las imágenes callejeras; á la vuelta de la esquina hay uno, á cuya luz, si le han alimentado bien, podréis salir de ansias. Don Juan tomó adelante hacia la vuelta de la esquina, y de tal modo, que Quevedo, que no podía ir ligero, se quedó atrás.

Quevedo escribía entre tanto al duque de Osuna lo siguiente: «Señor: »Con ansias os escribo, y bien podéis creerlo cuando yo lo afirmo, que ya sabéis que en lo de garlar soy duro, y no se me pone tan fácilmente en el ansia. Pero tal se ensaña conmigo mi suerte pecadora, que tengo para que tendré que irme á un desierto, y aun allí, ya que no haga daño á las gentes, se lo haré á las piedras.

Permanecieron encaramadas en la escalera un día entero las dos hembras, siendo la causa de aquel castigo el hecho siguiente: Una de las mujeres tenía grandes ansias por cobrar un dote de 100 ducados que le correspondía si se casaba, mas ella no demostraba ninguna afición al casamiento, y muy grande al dinero y á una su íntima amiga, con la cual convino un ingenioso plan que, al ser malogrado, la puso en aquella triste situación.

Debajo del gorro blanco flotaban graciosos y abundantes rizos negros, una boca fresca y alegre sonreía, unos ojos muy grandes y habladores hacían gestos, unos brazos robustos y bien torneados, blancos y macizos, rematados por manos de muñeca, mostraban, levantándolo por encima del gorro, un pollo pelado, que palpitaba con las ansias de la muerte; del pico caían gotas de sangre.

Mi alma tantalizada reposa dulcemente aquí, olvidando, sin recordarlas jamás, sus rosas, sus antiguas ansias de mirtos y de rosas. Pues ahora, mientras reposa tan tranquilamente, imagina a su alrededor, una más santa fragancia de pensamientos, una fragancia de romero mezclado a pensamientos, a sabor callejero y al de los bellos y rígidos pensamientos.

Me mostró una que ha llegado hace diez días y la tiene, en espera de su dueño. ¿Podría ser de Blair? pensé yo para . ¿Qué clase de letra era la del sobre? le pregunté. De tipo inglés, gruesa y pesada. Noté que la palabra signore está mal escrita. La letra de Blair era gruesa, porque, generalmente, escribía con pluma de ave. Tuve ansias de poderla ver.

Y sentía comezón de hablar y ansias de llorar. ¿Por qué no abría el pecho al amigo del alma, al verdadero, al único? No se lo abrió. «No era tiempo». Para perseguir un bando de peguetas que volaba de prado en prado, siempre alerta, se separaron.

Palabra del Dia

hociquea

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