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Se adelantó hacia ella y dijo con dulzura: María... La joven se estremeció ante los recuerdos que evocaba en su mente aquel nombre pronunciado por su antiguo prometido. Todo el pasado desfiló por sus ojos. Vió la casa alegre y animada, á su madre dichosa, á su hermano mimado á pesar de sus locuras, y á ella sonriente ante un porvenir de felicidad.

La cara, angustiosa á veces, á veces pálida, ya animada, ya triste, del joven, anunciaba que el tema del coloquio era muy interesante, ¿Qué decían? De pronto unas largas pausas, en que uno y otro se quedaban mirando á la tierra un buen rato, permitían á Ana alguna alusión ingeniosa, cuya gracia alababa y reía ella sola. Clara y Lázaro parecía que no estaban para risa.

Hermana Balî se alegró y procuró tranquilizarla, pero Julî no escuchaba y parecía que solo tenía prisa por llegar al convento. Ella se había arreglado, se había puesto sus mejores trajes y hasta parecía que estaba muy animada. Hablaba mucho aunque algo incoherente. Echaron á andar. Julî iba delante y se impacientaba porque su compañera se quedaba detrás.

La tertulia de doña Inés estaba más animada y concurrida que nunca, sobre todo los jueves, día de gran recepción. En la sala había una hermosa chimenea de campana, sobre la cual, así como en la puerta de la casa, relucía el escudo de armas de la familia.

El Canónigo se sentó, y, apenas se hubo llevado a los dientes un grueso bocado de pernil, vio penetrar en la estancia a la madre de Ramiro. Parecía más animada que de costumbre.

No tardamos en recorrer como camaradas, los teatros y las galerías más célebres del continente, y nuestra conversación, cuando dejamos la mesa, era tan animada, que mi interlocutora para no romper su curso, tomó mi brazo, sin pensarlo.

Esta ciudad populosa, la más rica y animada de toda España, depósito de las riquezas de América, ofrecía ancho campo á un talento observador, así en el carácter como en las costumbres de sus habitantes, cual se nota en sus excelentes novelas de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño.

Esto pareció que le convenia, y no aguardarlos sobre Philadelphia; ciudad grande, y con gente armada, que animada del ejército amigo saldria á pelear. Dejó algunos fuertes guarnecidos, con que le pareció que los de la ciudad no intentarian el salir, pero dos millas lejos al amanecer se reconocieron de una y otra parte, y se pusieron en órden para pelear.

Muy pocas producciones ofrecen organización armónica y vida poderosa con una forma enérgica y animada, y cuando el interés principal es grande, se disipa en la multitud de episodios, intercalados sin juicio, y fundados por lo común en intrigas triviales y amorosas.

No tardó mucho en reconocer en la franca y animada cara del recién venido a Tomás Búfalo, llamado el Inocente de Sandy-Bar. Le había encontrado hacía algunos meses en una partidilla, donde con la mayor legalidad ganó al cándido joven toda su fortuna, que ascendía a unos cuarenta dóllars.