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Vuelve, pues, á su abandonada celda, y hace la debida penitencia; Satanás torna á tentarla, pero vanamente, porque ella triunfa, y fuerza al tentador á alejarse para siempre de su lado. Vésela al fin durmiendo plácidamente en su duro lecho con un cilicio; un ángel revuela alrededor, que lleva su alma al cielo.

Algunos de los náufragos se arrojaron al mar; pero ¡por el ángel de San Pedro! había que nadar contra viento y marea para llegar a la escampavía, que no obstante no estaba lejos. Imposible. Se ahogaron, pues, los imprudentes, después de haber sido cegados por el remolino de las olas, que les azotaba y les ensangrentaba la cara.

Juan cogió a su mujer cual si fuera una muñeca, y le dijo: «Alma mía, tus sentimientos son de ángel; pero tu razón, allá por esas nubes, se deja alucinar. Te han engañado; te han dado un soberbio timo». Por Dios, no me digas eso murmuró Jacinta, después de una pausa en que quiso hablar y no pudo.

Luz podía estar inquieta por las ausencias no explicadas de Ángel; podía hasta desconfiar de su lealtad; y por eso y porque se suponía a Luz enterada de la historia de su madre, se la hacia saber lo que le pasaba al pobre chico.

No temas, Tristán profirió la joven sorprendida y enternecida por aquellas palabras , no temas; yo no soy un ángel, pero sabré guardar y respetar los sentimientos nobles de tu corazón. Esos diablos no podrán nada contra la fuerza de mis manos. Tristán tomó una de ellas entre las suyas, una bella mano fría, tersa, maciza, de virgen amazona y la llevó con pasión a los labios.

Lo que Nones creyó entender entre aquellas articulaciones de indefinible sentimiento fue esto: «¿No lo sabe?... soy ángel... yo también... mona del Cielo». Y siguió su exhortación el cura, diciendo para : «Trabajo perdido... cabeza trastornada».

A los pocos días Ángel era también «el mejor amigo de la casa», y el compañero inseparable de Luz y sus amigas en corrillos, fiestas y paseos. No podían pasar las cosas de otro modo con un carácter como el del «guardián del paraíso» de Luz.

Que cosa dicho navio haya traido á los gobernadores de estas provincias, acerca de este iniquísimo tratado, no se sabe; pero es cierto haberse entonces convenido por entrambas partes en la isla de Martin Garcia; aunque mucho antes estaba destinada para esto, y haberse allí acordado, que á 15 de Julio el ejército español hostilizase, sugetase y obligase á obedecer los mandatos al pueblo de San Nicolas, y el Portugues, al de San Angel.

De los indios murieron seis de Santo Angel, un Nicolasista, un Miguelista, y no mas.

MANRIQUE. ¡Ángel mío! LEONOR. Huyamos, ... ¿No ves allí en el claustro una sombra?... ¡Gran Dios! MANRIQUE. No hay nadie, nadie... fantástica ilusión. LEONOR. ¡Ven, no te alejes; tengo un miedo! No, no... te han visto... vete... pronto, vete por Dios... mira el abismo bajo mis pies abierto; no pretendas precipitarme en él.