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Actualizado: 27 de junio de 2025


»Luego que los jinetes entendieron que éramos cristianos cautivos, se apearon de sus caballos, y cada uno nos convidaba con el suyo para llevarnos a la ciudad de Vélez Málaga, que legua y media de allí estaba. Algunos dellos volvieron a llevar la barca a la ciudad, diciéndoles dónde la habíamos dejado; otros nos subieron a las ancas, y Zoraida fue en las del caballo del tío del cristiano.

Se caminó de mañana, y comenzamos á pasar el Saladillo, de mucho pantano y agua, que tiene de largo mas de seis leguas, siendo imponderable el trabajo para pasar la carretilla; pues aun de los que pasaban en su caballo cayeron varios, y entre ellos el Comandante, metiendosele el caballo de ancas hasta el cimiento de la cola, viéndose precisado á echar pié á tierra y sacarlo de la rienda.

Afortunadamente para el pobre perro, los perdigones fueron a aplastarse en un poyo de piedra; pero algunos de rechazo dieron en el lomo y en las ancas del animal, que lanzó un aullido doloroso. Los vecinos salían a sus puertas, y enterándose al instante de lo que ocurría, comenzaron a dar voces y a arrojar sobre el animal, que ningún daño les había hecho, todo lo que encontraban a mano.

Que entonces no se usaban coches ni sillas, como agora dicen que se usan, y las señoras iban a las ancas de sus escuderos.

Algunos picadores con sus chaquetas de brocado y sombreros inmensos galopaban también sobre algún mal caballo, llevando a las ancas a un amigo, que le abrazaba cariñosamente para no caerse. Los peones bajaban por las aceras lentamente, en amable plática, formando apretados y numerosos grupos.

Y por ahora no os quiero decir más, sino que subáis a las ancas deste mi caballo hasta la venta, y allí cenaréis conmigo, y por la mañana seguiréis el camino, que os le Dios tan bueno como vuestros deseos merecen. El paje no aceptó el convite de las ancas, aunque el de cenar con él en la venta; y, a esta sazón, dicen que dijo Sancho entre : ¡Válate Dios por señor!

Había llegado al anochecer con su marido, y «a las ancas». Así fueron a casa de Neluco; halláronla cerrada, y siguieron a la de don Pedro Nolasco; díjoles la mozona que servía en ella lo que pasaba, y torcieron hacia la casona, sin lástima alguna del pobre rocín que ya se quebrantaba por el lomo y estuvo a pique de gastar el último resuello al subir el pedregal.

Apenas le pasó la mano por las ancas, sintió junto á sus orejas un aliento ardoroso y un murmullo: Treinta y tres.... Por la salú de sus pequeños, no diga que no; ya ve que me pongo en razón. Ventiocho dijo Batiste sin volverse. Cuando se cansó de admirar aquella hermosa bestia siguió adelante, y por hacer algo presenció cómo una vieja labradora regateaba un borriquillo.

Una mañana, avanzando lentamente entre la muchedumbre, notó que le seguía una mujer. Tal insistencia no podía enorgullecerle. Era una hembra cuarentona, de pecho prominente y sueltas ancas, una cocinera con la cesta en el brazo, igual á muchas otras que pasaban por la Rambla de las Flores para unir un ramo á la diaria compra de víveres.

Cansados ya los caballos, y rotas las lanzas, usó Zadig esta treta: pasa por detras del príncipe azul, se abalanza á las ancas de su caballo, le coge por la mitad del cuerpo, le derriba en tierra: monta en la silla vacía, y empieza á dar vueltas al rededor de Otames tendido en el suelo. Clama todo el anfiteatro: Victoria por el caballero blanco.

Palabra del Dia

rigoleto

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