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Actualizado: 17 de junio de 2025
De manera que, ya no quedaban en las inmediaciones de Puno otras personas españolas que las que con tiempo procuraron ampararse á la sombra de las trincheras de aquella villa, que formaba como una pequeña isla de fidelidad en medio de un mar de rebelion que la circundaba por todas partes.
»La transfusión está hecha, ¿para qué más? Sutil e inadvertidamente la salud espiritual de Melchor ha sido absorbida por Ricardo y por Lorenzo, los que a su vez le han dado a respirar sus almas enfermas, como las flores, que al ampararse del oxígeno, que es la vida, exhalan el ácido carbónico, que es la muerte.
Acometíale a veces el torcido propósito de salirse de aquel aposento y entrarse en el de doña Guiomar, y abandonando a Margarita, prometerse a doña Guiomar, empujándola con el encanto de la palabra y la fuerza del amor y de las lágrimas, a que a sus amores cediese, y en ellos se perdiese y enloqueciese, y su esposa fuese; que ampararse podía a Margarita y hacerla rica, y por la pingüe dote encontrarla marido.
De todas maneras, ya tengo poca cuerda, chulita de mi alma, y tengo que pensar mucho en ti, que la tienes todavía para rato, pues ahora estás en la flor de tus años y en lo mejor de tu hermosura. Y otro día, subiendo la escalera, notaba que casi la subía más con los brazos que con las piernas, pues tenía que ampararse del pasamanos, haciendo mucha fuerza en él. «Esto va por la posta.
¡La reina!... ¿pero creéis que la reina podría salir sola de noche y ampararse de un desconocido? ¡Eh, señor Juan Montiño! habláis con demasiado calor, para que yo no sospeche que os ha pasado por el pensamiento que podía ser la reina la dama de vuestra aventura. Creedme, Juan; eso, que si fuera posible, sería para vos una desgracia, es imposible de todo punto.
¿Me hacéis el favor de iros á cien leguas de aquí? dijo Juan Montiño volviéndose y encarándose en don Bernardino, á tiempo que levantando éste la mano sobre la Mari Díaz, la hacia ampararse de Juan Montiño, y decirle: ¡Defendedme de este hombre, caballero! ¡es un infame! Idos repitió Juan Montiño con una calma inalterable. ¡Que me vaya! exclamó todo cólera don Bernardino.
Palabra del Dia
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