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Actualizado: 9 de junio de 2025
Cuando creía sometida a la hembra en fuerza de amorosas generosidades, estallaba la orden imperiosa, el despego de la repugnancia física. Márchate. Necesito estar sola. Ya sabes que no puedo aguantarte. Ni a ti ni a nadie. ¡Los hombres! ¡qué asco!... Y Gallardo emprendía la fuga humillado y triste por los caprichos de esta mujer incomprensible.
Amorosas porfías tal vez alcanzan imposibles cosas; y ansí, aunque con las mías sigo de amor las más dificultosas, no por eso recelo de no alcanzar desde la tierra el cielo. Aquí dio fin la voz, y principio a nuevos sollozos Clara. Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro.
El chiquillo soltaba todos los registros de su voz y no había manera de acallarle. Agotó la madre todos sus medios y Encarnación los suyos, que eran cogerle en brazos y dar un paso adelante y otro atrás, como si bailara, tratando de persuadirle con amorosas palabras de que los niños deben estarse calladitos. «Paréceme dijo Fortunata con terror , que me estoy secando».
Y aunque alentara, con respecto a la señora de Rubín, pretensiones amorosas a plazo largo, no dejaban por eso de ser puros y desinteresados sus actos de caridad, y habrían sido lo mismo aun en el caso de que su amiga espantara de fea y careciese de todo atractivo personal. Fortunata iba adquiriendo confianza con él, y le revelaba sus pensamientos sobre diferentes cosas.
Los ventanales estaban rojos, esparciendo en la cálida lobreguez de la noche risas, gritos, suspiros de violines, romanzas amorosas que denunciaban un cuello femenil, blanco y voluptuoso, hinchado por el deseo y por la música. Las gotas de luz perdidas en el infinito cambiaban sus parpadeos con las estrellas eléctricas medio ocultas en los negros follajes.
Los ricos que podían proporcionarse las dulzuras amorosas con su más seductora decoración, entraban al amparo de la noche, ocultándose como criminales en casas frecuentadas por soldados y marineros.
También estuvo éste en la corte de las Españas, pero sin duda fué menos afortunado. No logró empleo ni tuvo buena ventura, y hubo de volverse á su lugar lusitano. Retirado allí, escribió muy lindos versos sentimentales, llenos de saudades de una dama, con quien tuvo en Madrid relaciones amorosas.
En resolución, y para terminar, en las poesías amorosas mezcle usted algo del cielo con la tierra, á fin de no hallar tétrica la vida cuando está en lo más florido de sus años, y en lo demás procure usted no caer en el pesimismo, y si cae en él, témplele y endúlcele con la risa resignada y con la burla sin acíbar de Cervantes y del antiguo amigo de Espronceda.
Y, en diciendo esto, don Fernando y todos los demás se le ofrecieron, con todo lo a ellos posible para servirle, con palabras y razones tan amorosas y tan verdaderas que el capitán se tuvo por bien satisfecho de sus voluntades.
Y tanto por el cariño que inmediatamente nació en su corazón, como por conceder un desahogo á las imaginaciones que desde hacía tiempo bullían en su cabeza, comenzó á ensayar en sus relaciones todo aquel conjunto de metafísicas amorosas y zalamerías aristocráticas de que estaban plagadas las novelas que más á menudo leía.
Palabra del Dia
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