Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de junio de 2025


Recayó, pues, la comisión en Perico Gonzalvo, que, cargando con su hermana, hubo de llevársela al Sardinero, contando con que no faltarían amigas que allí le relevasen en su oficio de rodrigón. Así fue: sobraban en la playa familias conocidas que se encargaron de zarandear a Pilar, y de llevarla de zeca en meca.

Ambas amigas se hallaban en un cuarto contiguo á la alcoba de Doña Blanca.

Vendía fósforos, periódicos y algún billete de Lotería, tres ramos mercantiles que, explotados con inteligencia, podían asegurarle honradas ganancias; así es que á Pacorrito nunca le faltaban cuatro cuartos en el bolsillo para sacar de un apuro á un compañero, ó para obsequiar á las amigas. No le inquietaban gran cosa ni las molestias del domicilio ni las exigencias del casero.

Pero Soledad, en vez de responderle, se dirigió en voz alta y tono jocoso á sus amigas, que marchaban delante. Andad más vivito, hijas, que llevamos paso de procesión. ¿Queréis pasar la noche al fresco? Cayéronsele al guapo las alas del corazón. En su vida se había sentido tan triste. Aún tuvo fuerzas para exclamar: Vamos, Soledad, olvida mis faltas.

En Can Mallorquí habían pasado todos mala noche. Margalida lloraba; la madre se había lamentado incesantemente de lo ocurrido. ¡Señor! ¡qué pensarían de ellos las gentes del cuartón al saber que en su casa se pegaban los hombres como en una taberna! ¡Qué dirían las atlotas de su hija!... Pero a Margalida la preocupaba poco la opinión de sus amigas.

Había resuelto Fortunata, de acuerdo con su tía Segunda, albergarse en la casa de esta, que vivía otra vez en la Cava. Allá se encaminó desde la calle de Don Pedro, y antes de entrar en el portal de la pollería, el mismo portal y el mismo edificio donde tuvo principio la historia de sus desdichas, una vecina le dijo que Segunda estaba en el puesto de la plazuela, comiendo con unas amigas.

En el salón estaba Lucía Moreno, sentada al piano, fastidiada porque no podía sacar una pieza de memoria. Muñoz fue a sentarse a su lado. Empezó a divagar extrañamente, bajo la influencia de su obsesión. Haga música triste, Lucía. Por ejemplo, la marcha fúnebre de Chopin, o de Sigfrido. Las amigas que vengan podrían vestirse de Walkirias. ¡Qué terrible sería Adriana transformada en una Walkiria!

Ya principia a venir gente. Aquí está Quintana. También vienen Beña y D. Pablo de Xérica. Quintana saludó a mis dos amigas. Yo le había visto y oído hablar en Madrid en las tertulias de las librerías, pero sin tener hasta entonces el placer de tratar a poeta tan insigne.

LA ENFERMERA. ¡Simple divergencia de métodos y de autoridades...! Tranquilícese... Como cada una de estas damas quiere afirmar su supremacía sobre la otra, los enfermos están mejor cuidados. SITA. Es usted muy indulgente. Adivino que seremos amigas. LA ENFERMERA. ¡No se haga ilusiones...! SITA. ¡Quia...! Mi corazón no me engaña nunca.

Y como no le hacían caso, y se reían de ella y hasta la dejaban sola, para correr por la casa y refrescar y tocar el piano y cantar, toda vez que ella misma confesaba que no le dolía nada, se tiraba la dama encinta de los pelos, insultaba medio en broma, medio en veras, a sus amigas y amigos llamándolos verdugos, y proponiéndoles que pariesen por ella y que verían.

Palabra del Dia

consolándole

Otros Mirando