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Actualizado: 21 de junio de 2025


Arriba, las vidrieras de colores de los centenares de ventanas que, escalonándose, dan luz a las cinco naves, brillaban con la luz del amanecer. Eran como flores mágicas que se abrían a los primeros resplandores del día.

Iba siempre con los bolsillos repletos de hojitas impresas que contenían oraciones, de pequeñas estampas y de periódicos de religiosa procacidad que le entregaban las asociaciones católicas para que los repartiese. Maltrana le había tropezado un amanecer cerca de la plaza de la Cebada peleándose de palabra con un carretero porque arreaba sus bestias con acompañamiento de tremendas blasfemias.

Un duelo al amanecer y una bala en el pecho. La noche anterior, a la salida del teatro, el conde había subido un momento a su círculo. Algunas palabras cogidas al vuelo sobre Leonora y él; rompimiento con un amigo; bofetadas y el encuentro concertado a toda prisa, esperando la primera luz del día para cruzar las balas.

Se representaba la escena de la escapatoria. Sería al amanecer. Nucha iría envuelta en muchos abrigos.

Un amanecer y otro vimos al despertar la exuberante vegetación de la isla Verde, y cuando nuestro deseo creía desconocer aquella tierra, venía la voz del capitán con su sempiterno ¡levanta muras! y ¡cambia en medio! á recordarnos continuábamos de vuelta y vuelta, ó mejor dicho, que nos manteníamos sobre bordos en demanda del centinela del estrecho.

Esta guardia divide las jurisdicciones de Santa de la Vera Cruz, y de Córdoba del Tucuman. Al amanecer pasé el Saladillo, cuyo fondo alcanzaba la cincha del caballo, y su anchura era de 48 pasos del caballo, su agua muy salada por causarlo la sierra de donde nace.

Falto de fuerzas, me quedé dormido al amanecer, cuando la campana llamaba ya las gentes de los lejanos caseríos situado en las dos altas cadenas de montañas, a la ceremonia de la segunda sepultura.

Yo estaba tan orgulloso de encontrarme a bordo del Santísima Trinidad, que me llegué a figurar que iba a desempeñar algún papel importante en tan alta ocasión, y por eso no dejaba de gallardearme con los marineros, haciéndoles ver que yo estaba allí para alguna cosa útil. Al amanecer del día 20, el viento soplaba con mucha fuerza, y por esta causa los navíos estaban muy distantes unos de otros.

-Eso no puede ser -replicó don Quijote-, porque allá me anocheció y amaneció, y tornó a anochecer y amanecer tres veces; de modo que, a mi cuenta, tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.

El amanecer le sorprendía en los gabinetes de Fornos con camaradas de infancia y hembras de alto precio, y otras veces en los camarotes de un colmado con guitarristas, toreros, «socias» de mantón y «fraternales amigos» que le tuteaban y cuyos apellidos no conocía bien: hombres con brillantes enormes, rumbosos, dicharacheros, que habían estado algunas veces en la cárcel o bordeaban con frecuencia sus puertas.

Palabra del Dia

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