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Estoy aguardando á mi amo el señor de Vanderdendur, negociante afamado, respondió el negro. ¿Ha sido por ventura el señor Vanderdendur quien tal te ha parado? dixo Candido.

No extrañará usted mi curiosidad... Es muy natural que desee conocer la vida anterior del hombre que amo. MARQU

Usted manda, usted es el amo. Haga todo lo que considere más acertado; cuantas más iniciativas tenga, mejor. Y gravemente, arrugando el entrecejo, como si cada idea le costase una extracción dolorosa, expuso su plan.

Levantó luego a Rocinante, el cual, si tuviera lengua con que quejarse, a buen seguro que Sancho ni su amo no le fueran en zaga. En resolución, Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rocinante; y, llevando al asno de cabestro, se encaminó, poco más a menos, hacia donde le pareció que podía estar el camino real.

Detrás de él había un hidalgo, altivo también, joven y buen mozo. Los dos me miraban, los dos me aplaudían... yo me enamoré de los dos. Del uno por vanidad, del otro... por amor, no... yo creía que era por amor... pero hoy me he desengañado. ¡Eran Lerma y Calderón! ¡El amo y el perro! Ellos eran. Después de la función, encontré en mi casa, esperándome, á uno de ellos.

No qué contestaros; no qué deciros... Yo , yo lo que os tengo que decir... ¡os amo! ¡os amo! más que ayer, más á cada momento; ¡os amo! ¡muero por vos! ¡pero idos! volved tranquilo á vuestra casa... yo os avisaré... y nos veremos. Don Juan hizo un esfuerzo y salió.

Pesia diez, la Iglesia ha de ser la primera. No bien se lo dijeron, cuando se sentó. Ya, cuando vio mi amo que todos se le habían encajado, comenzóse a afligir. Repartiéronlo todo y a don Diego dieron no qué huesos y alones diciendo que «del cabrito el huesecito y del ave el aloncito» y que el refrán lo decía. Con lo cual nosotros comimos refranes y ellos aves.

Amaneció, y helos aquí en camisa a todos los estudiantes de la posada a pedir la patente a mi amo.

Todo a merced del último libro o revista que cayese en las manos del amo de la casa. Todavía no era esto lo que causaba más desazón en la familia. Tristán leyó un artículo en que se descubrían los abusos infames que las criadas cometían algunas veces con los niños más tiernos, unas veces atormentándoles, otras acariciándoles demasiado.

Finalmente, se quedaron con este engaño amo y mozo, y el de los Espejos y su escudero, mohínos y malandantes, se apartaron de don Quijote y Sancho, con intención de buscar algún lugar donde bizmarle y entablarle las costillas.